A propósito del Humane AI Pin

(Soy yo, lo sabe quien ha leído alguna vez este blog, de paréntesis largos. Como este. Pero hoy me disculpo especialmente, porque se me ha ido la mano con ellos. Quizá algún día edite la entrada para eliminarlos o reducirlos (o no, más probablemente (sí, en esta casa anidamos paréntesis por encima de nuestras posibilidades)), pero tenía yo prisa por darle a publicar. Pues eso. Que mis disculpas.)

Esta es la semana que pasará a la historia de la electrónica de consumo como la de las críticas del Humane AI Pin, uno de esos cacharritos que se anuncian como una revolución. Yo no he pasado de la crítica de The Verge, «not even close» (vídeo aquí abajo), pero el titular de la de Engadget tampoco está mal: The Humane AI Pin is the solution to none of technology’s problems. No parece una gran revolución.

No sé en Engadget, pero en The Verge no dejan de preguntarse por las potencialidades revolucionarias de la cosa: un dispositivo con una cámara, un asistente de voz ligado a una IA generativa y multimodal (o sin la IA generativa, que hay muchas cosas a las que se les puede dar respuesta sin ChatGPT y similares) que es capaz (vale: debería serlo) de entenderte (algún día deberíamos definir qué entendemos por «entender») y explicarte qué tienes delante… sí debería ser una resolución. Una curiosidad que comparto y… no entiendo por qué no tenemos ya respondida de mejor manera.

Planteémonoslo. Lo que queremos es, si no lo leo mal, una manera mejor de interactuar con Google / Apple / Microsoft / Amazon / Facebook / otros, por un lado, y con nuestro entorno más cercano, por el otro. Y digo «mejor» porque ahora ya lo hacemos todos de la misma manera. Cierto es que es un peñazo sacar ese paralelepípedo presuntamente smart del bolsillo para añadir algo a la lista de tareas pendientes, o para ver la última notificación que nos ha disparado la aplicación de turno. Más cierto aún es que hacerle una foto al menú en checo y traducirlo, aunque sea la hostia, no es la experiencia de usuario más amigable del mundo. También parece, eso sí, que esas maneras de hacer funcionan (o funcionan mucho más que el dichoso Pin, al menos).

Pero… hoy en día la cantidad de gente que llevamos los auriculares puestos casi todo el santo día, o algo en la muñeca con una pantallita y conectado al móvil, y con una cierta frecuencia ambas cosas a la vez, somos multitud. Vamos, que tenemos otras maneras de recibir información del móvil, más a mano que el propio móvil.

Por otro lado, cuando hace unos meses salió la segunda versión de «las Raybans de Facebook» (hasta aquí comentamos el tema, aunque centrándonos en las utilidades olvidadas que debería tener un cacharro así para hacer el mundo más accesible a las personas con discapacidad visual) a casi todo el mundo le sorprendió lo amigable que podía ser llevar unas gafas con una cámara, lo relativamente poco que molesta a la gente del entorno esa cámara usada con moderación (un obturador físico, como el de algunas webcams, tampoco estaría de más, opino) y también era práctico (en esto se hizo menos énfasis del que a mí me parece adecuado) llevar un micro muy cerca de la boca… Vamos, que las dichosas gafas apuntan a una buena manera de ver lo que vemos y de escuchar lo que (les) decimos, a poder ser solo con nuestro permiso y respetando nuestra privacidad, pero no nos metamos en ese berenjenal ahora.

Y, por tanto, ¿por qué queremos sustituir al móvil cuando lo que queremos es sacarlo menos del bols(ill)o y ya llevamos múltiples dispositivos encima que parecen adecuados para ello? Si no necesitamos una grandísima resolución, la cámara del Humane AI Pin ya la podríamos tener en las gafas (y si nos hace falta más, entonces sí valdrá la pena sacar el móvil con sus trescientas ópticas), y su punto de vista sería mucho más cercano al nuestro. Podemos añadir que si el móvil ya sabe dónde estamos con muchísima precisión, con unas gafas, aun sin cámara, saber qué es lo que estamos mirando, cuando tienes una brújula y un sensor de orientación, se antoja bastante fácil. Y los micrófonos en las gafas deberían ser capaces no solo de escucharnos a nosotros, sino de ser direccionales y escuchar especialmente bien a la persona a la que estamos mirando. Y la interfaz sencilla para interactuar con el agente que sea la llevamos en la muñeca (mirad el vídeo para ver qué «solución» propone Humane, que no tengo el cuerpo para ponerme con eso). Esa misma cosa que llevamos en la muñeca nos puede mostrar visualmente informaciones breves, que se pueden complementar con audio en los auriculares…

La capa de software tampoco parece tan difícil si tienes a mano el asistente de Google, Alexa o Siri (hasta podemos aceptar en la lista a Bixby), o un modelo grande de lenguaje, a poder ser multimodal.

Y, sin embargo, nadie ha hecho un Humane AI Pin sin el Humane AI Pin, ni parece que nadie esté diciendo que «está en ello». Mí no entender.

(Estoy convencido de que como mínimo en Facebook, en Meta y en Apple hay gente que ha hecho el mismo proceso mental que yo… y ha descartado trabajar en ello por motivos de peso. Me encantaría conocerlos.)

Smart glasses y… accesibilidad

Vengo yo de dar un paseo escuchando el penúltimo episodio de The Vergecast, en el que se habla de la review que han hecho de las Ray-Ban Meta (vídeo arriba, review completa aquí) que, si me diera la nómina, serían las que me convertirían en un glasshole (muy de acuerdo con los comentarios en el vídeo de que la cámara necesita una manera de taparla físicamente, que plantean toda una serie de dudas sobre privacidad y, sobre todo, lo que se dice en el podcast de que limitar las gafas al ecosistema de Meta es excesivo y una decisión que espero que acabe demostrándose inútil).

(Por cierto, en el podcast también se habla de la nueva ley californiana del derecho a reparar, y vale muchísimo la pena la conversación.)

En cualquier caso, también he echado en falta (en las reviews que he leído, pero también en la presentación de Meta) es cualquier referencia a las personas con discapacidad visual. ¿Quién no querría poder usar las esperadas capacidades de IA de las gafas para que te describiesen lo que tienes delante, te leyeran una etiqueta, un menú o un libro (la IA o las múltiples aplicaciones móviles que ya ayudan con estas cosas en el móvil, un formato que se me antoja) o, en caso de que aplicaciones e IA se queden cortas, conectarte con alguien para que pueda ver lo que la cámara tiene delante y echarte una mano con lo que sea que estás haciendo? (Y si la vida de la batería del cacharro es corta, que inevitablemente lo es, también creo que ningún ciego tendría ningún problema en que de la patilla pudiese colgar un cable USB delgadito a una batería USB externa…)

En fin, Zuckerberg, que el cacharrito mola, pero que estás perdiendo una oportunidad de oro de hacer algo realmente bueno, por una vez.

¡Reloj nuevo! Amazfit GTR 4

A la izquierda, un Garmin Vívomove 3 Style, un reloj de forma circular y aparentemente convencional. A la derecha, un Amazfit GTR 4, un reloj circular con apariencia de smart watch (es todo pantalla)
Garmin Vívomove 3 Style vs Amazfit GTR4

Después de tres años y pico con el Garmin Vívomove 3 Style, tocaba cambiar de reloj. Antes de entrar en materia, tres cosas que debe cumplir todo reloj:

  • Dar la hora continuamente. Si no da la hora siempre, no es un reloj. O tiene agujas, o la pantalla permanece encendida dando la hora continuamente.
  • Poder llevárselo de fin de semana sin pensar en un cargador. Si la batería no aguanta tres días con tranquilidad (dando la hora continuamente), es un dolor de cabeza.
  • Casi corolario del anterior, no debe necesitar más tiempo de recarga diaria que el que dura una ducha. Si me apuras, le podemos dar un cuarto de hora, pero no más. (Después de un fin de semana fuera, podemos darle una horita.)

Y para pasar de reloj a mis (muy modestas) necesidades para un smart watch necesita, además…

  • Enseñarme las notificaciones del móvil. Puntos extra si permite interactuar con ellas de alguna manera.
  • Controlar la reproducción de música / podcasts del móvil.
  • Contar pasos y controlarme el sueño. Puntos extra si controla pisos subidos y bajados y si dispone de GPS (o alternativa) para controlar mis paseos.

Mi «viejo» Garmin (tiene un poco más de tres años) cumple con todos los requisitos, con algunos apuntes…

  • La batería duraba cuatro días. Tres años más tarde, ha bajado a tres.
  • Antes pasaba de sobras con diez minutos diarios de carga, ahora con una cierta frecuencia necesita quince…
  • Las notificaciones en la (muy elegante, todo hay que decirlo) pantalla oculta, al sol, no eran lo más legible del mundo. (Pero, por otro lado, puntos extra por las caras de sorpresa del personal cuando de golpe un reloj «de los de toda la vida» aparta sus agujas para que puedas leer cómodamente lo que aparece en una pantalla que no estaba ahí 😬. Las voy a echar mucho de menos.)
  • No sé si serán mis dedazos, pero en ocasiones la pantalla táctil no es tan táctil como uno habría querido.

(Si alguien está interesado en uno de segunda mano, que me diga. Diría que Garmin no lo ha distribuido en España, pero sigue disponible en Amazon Francia, que sirve sin gastos extra a España. A pesar de mis comentarios, estoy muy contento de la compra. A mí me costó 285 euros, y en el momento de escribir esto, está a algo más de 275.)

En cualquier caso. Tres años son muchos años. En el mundillo de la electrónica de consumo en general y en Can OBM más (o al menos tanto como la nómina y la hipoteca permiten)… Y, aunque no estaba yo buscando activamente sustituto, el otro día llegué, por accidente, a esta review en The Verge… y uno es débil. Más cuando vienes de un reloj de 285 euros y el que te «hace tilín» cuesta «solo» 200 (enlace de compra en amazon.es). Qué le vamos a hacer.

¿Cumple el GTR 4 con todos los requisitos de un reloj y un smart watch? Sobradamente. Con la pantalla siempre conectada, la vida de la batería apunta a cinco días cómodamente, y eso con la detección automática de ejercicio que lanza el GPS integrado mucho antes de lo que uno podría esperar dado el presupuesto. No permite una gran interacción con las notificaciones de Android, pero la permite: respuestas «enlatadas» a mensajería (si alguien recibe un «un minuto» mío, lo más probable es que haya sido desde el reloj) e incluso una pantallita para responder con emojis. El controlador de música y podcasts es más que razonable (tarda una décima de segundo en preguntarle al móvil los metadatos de lo que estamos reproduciendo, pero de nuevo me parece más que razonable). No puedo asegurar la precisión de la medida del latido cardíaco, pero parece creíble. El barómetro, por su lado, también da unas medidas (de presión atmosférica y altura sobre el nivel del mar) perfectamente creíbles. Se integra bien con el calendario del móvil (Google Calendar, en mi caso)… Tiene Alexa integrada (con el móvil haciendo de ventrílocuo, no autónomamente), la pantalla (¡OLED!) es visible incluso con luz del sol intensa…

Si tuviese que criticarle algo… La usabilidad de la app de acompañamiento en el móvil es limitada (aunque suficiente), dudo que nunca tenga un gran ecosistema de aplicaciones y las posibilidades de configurar el aspecto del reloj son bastante limitadas (más aún si no quieres pagar los dos o tres euros que cuestan algunas de las opciones para ello). ¿Razonable por 200 euros? Desde luego.

Y si tenéis alguna duda… para eso tenéis los comentarios de la entrada :-).

Va de lápices (III). Huion Kamvas 13

Parece que el parón de las vacaciones estivales ha permitido que esta entrada no quede tanto entre bastidores como la anterior. Quién sabe qué pasará con la siguiente…

A lo que íbamos. El tercer cacharrito con lápiz que entraba en casa a finales de 2021. Quiso la casualidad que de la mano de la pandemia me llegara el retorno a dar clases cara a cara (mis más sentidas disculpas a mis pobres víctimas). Uno tenía muchísimas ganas de ponerse frente a una pizarra, entre otras cosas, por la propia experiencia de ponerse frente a una pizarra, pero llegó el «a distancia de emergencia» y los que nos peleamos con disciplinas en las que pasar una presentación no es suficiente, y lo tradicional es garabatear en una pizarra, nos vimos obligados buscar nuestras propias soluciones. Durante un buen tiempo sirvió de tirar del pencil del iPad y soluciones más o menos rupestres para llevar los garabatos a la videoconferencia de turno (la latencia de dibujar sobre un PowerPoint en la tableta y que se actualice en el ordenador no es la mejor, pero es tolerable, y al final acabé pasando por un año de la suscripción de pago de Duet Pro, que permite usar el iPad como segunda pantalla inalámbrica de un Mac o PC, con soporte para el pencil y una latencia más que razonable).

Una persona lleva del brazo una tableta de unas trece pulgadas, de la marca Huion.
Imagen tomada de la web de Huion.

La tentación de solucionar problema nuevo con cacharrito nuevo sobrevuela siempre Can OBM. Hace mil años que me hacía ojitos una tableta de dibujo con pantalla como las Cintiq de Wacom, pero los precios, si bien han bajado considerablemente en los últimos años (ahora mismo la web de Wacom pone en 560 euros la de 16″), se escapan de toda justificación para el limitadísimo uso que uno le iba a dar.

Hace tiempo ya que los fabricantes asiáticos habían comenzado a intentar invadir el terreno de Wacom, luchando por donde les es más fácil: por el precio. Alguna cosa había leído sobre el tema, pero las críticas que me habían llegado, hace tiempo, eran un reguero de problemas de drivers. Al volver a investigar sobre el asunto, parecía que esos problemas se habían ido solventando, o sea que un papá Noel especialmente generoso aceptó el pedido de una Huion Kamvas 13 (precio actual en Amazon, 280€, aunque hay que ir con cuidado, porque el cable que venden aparte suele ser necesario, y su precio no es desdeñable), que llegó puntualmente la pasada Nochebuena, y se ha usado considerablemente desde entonces.

Mis usos, como decía antes, no son nada artísticos, y se limitan a usarla como segunda pantalla del portátil (o tercera del sobremesa) en la que escribir y dibujar usando OneNote, Microsoft Whiteboard y similares. Y debe decirse que cumple sobradamente, y no me ha dado problemas al usarla, ni con Windows, ni con MacOS ni, para mi profunda sorpresa, con Linux.

¿Cosas a tener en cuenta?

  • Se trata de una pantalla de 13,3″ 1920×1080, pero abulta considerablemente más: contad bien bien dos dedos más a cada lado de la pantalla.
  • Yo agradezco mucho que sea una pantalla mate, pero eso hace que no dé unos colores especialmente brillantes.
  • Acostumbrados como estamos todos a que las pantallas sean táctiles capacitativas (esto es, que se puedan usar con los dedos) hay que avisar que esta no lo es. Y eso hace que al dibujar no haya que preocupar por poner las zarpas sobre la pantalla con efectos no deseados (más allá de dejar nuestras grasientas huellas digitales sobre ella)… pero también que haya perdido la cuenta de las veces que he intentado hacer zoom con los dedos y me he sentido un poco tonto.

Y una última cosa: los fabricantes asiáticos han intentado invadir el terreno de Wacom y, como podía esperarse, Wacom no se ha quedado quieta, y ha puesto en el mercado su propia alternativa de precio razonable: ahora mismo su Wacom One Creative Pen Display de 13.3″, de características muy pero que muy similares a «mi» Huion Kamvas, está a 360 euros en Amazon.

En cualquier caso, parece que usar un lápiz, sobre un dispositivo de tinta electrónica, en un tablet o con el ordenador, se ha vuelto un poco menos imposible últimamente. ¡Larga vida al lápiz!

Va de lápices (II). Lenovo Tab P11 Pro

Decíamos ayer (para una definición ciertamente laxa de «ayer») que a finales de 2021 entraron muchos cacharritos con lápices en Can OBM (hoy podemos decir que la cosa no se limitó a finales de 2021, ni a cacharritos con lápices, sino con métodos de entrada poco habituales, pero eso es cosa de otra(s) entrada(s) que, quien sabe, a lo mejor escribo con uno menos de «latencia» que esta). El segundo fue una tablet, la Lenovo Tab P11 Pro (enlace de afiliado).

La tablet Lenovo Tab P11 Pro con su teclado y lápiz. Se trata de una tableta de unas once pulgadas, con un soporte que permite apoyarla sobre una superficie y mantenerla más o menos vertical
Imagen obtenida de la web de Lenovo

Del momento en que Apple pusiera a la venta su iPad más básico con soporte para lápiz a que servidor se pasara por un Apple Store a comprarse uno debieron pasar unas cuarenta y ocho horas. El objetivo principal de la compra era, además de tener un tablet de precio razonable, que este pudiese servir para tomar notas «a mano» (con OneNote, pero eso es una manía personal), y el iPad lo cumple más que sobradamente (por cierto: hay casos de uso para los iPad Air y Pro, desde luego, pero muchos menos de los que los potenciales compradores podrían creer: el iPad más básico puede con entre el 99% y el 100% de los casos de uso del 99% de los mortales). Pero el hecho de ir cambiando con frecuencia entre Android y iOS dista mucho de ser ideal: igual es que me estoy haciendo viejo, pero mantener en RAM las diferencias de interfaz entre uno y otro sistema operativo producían más carga cognitiva de la conveniente, y uno se mantenía ojo avizor a la caza de tablets Android con soporte para lápiz (que, además, debía tener, como mínimo sensibilidad a presión, o sea que no servían los lápices capacitativos que funcionan con cualquier tablet) y precio más o menos razonable. Eso es ahora algo más fácil menos difícil que a finales de 2021, pero costó una temporada que apareciera una oferta en Amazon del Lenovo Tab P11 Pro, con teclado y lápiz, por 500 euros (ahora mismo me temo que el enlace lleva al mismo producto por 700)… y el iPad básico se mueve entre los 379€ de la versión con 64 gigas y los 549 de la versión con 256 (es decir, la versión un poco corta de almacenamiento y la que sobra (Apple sigue siendo la reina del upsell)), a los que habría que sumar los cien del Pencil y lo que cueste ahora mismo el teclado Logitech de turno. La cosa estaba lo suficientemente bien de precio como para darle al «comprar ahora».

Las características del Tab P11 Pro (pantalla 11.5″ 2560×1600, procesador Snapdragon 730G, 6 gigas de RAM, 128 de almacenamiento) no son nada remarcable (bueno, sí: a la mayoría no nos va a faltar ni sobrar almacenamiento), pero cumplen perfectamente con las necesidades de la mayoría y. Las dos preguntas serían….

¿Mejor que un iPad?

Esta es fácil: no. De hecho, hay como mínimo dos cosas que me gustan bastante más del iPad: por un lado, el pencil de Apple, incluso el más básico que se usa con el iPad más básico, es algo mejor que el lápiz de Lenovo; y por el otro, el factor de aspecto de la pantalla: 4:3 es mejor que 16:10, y estoy dispuesto a pegarme por ello. La ventaja principal del Tab P11 Pro es que es Android y yo soy usuario de Android.

Pero… ¿es viable un tablet Android hoy?

Esta pregunta se me antojaba más difícil antes de la compra: tanto, que no le busqué familia adoptiva al iPad hasta pasar un periodo de prueba. Pero como habrá adivinado ya quien me haya seguido leyendo hasta aquí, la respuesta es que sí. Incluso para alguien acostumbrado al iPad, sí, aunque si uno es «de iOS», como decía antes, no le va a dar una experiencia mejor y dudo que le salga a cuenta el cambio.

¿Te van a faltar aplicaciones que estén bien adaptadas al formato tablet? Puede ser, pero yo no he echado nada de menos. Para mis usos, están las aplicaciones de vídeo bajo demanda (los Netflix y Disney+ del mundo), las aplicaciones de ofimática de Google (solo faltaría) y de Microsoft, lectores de libros electrónicos y de cómic, exploradores de archivos que permiten escarbar por la red local (servidor usa Cx File Explorer pero seguro que las hay mejores), nuestro amadísimo VLC… Personalmente, me daba un poco de miedo no tener un cliente digno para Twitter, pero Tweetdeck funciona en Firefox para Android exactamente igual que en el navegador «de escritorio», y con eso se arreglan todos mis problemas…

En cualquier caso, la conclusión es que, pasados unos meses, el paso del iPad al Android no ha supuesto ningún trauma y diría que es una opción perfectamente viable… aunque tampoco nada me llevaría a evangelizar los tablets Android por encima de los de Apple.