Steve Albini, sobre la «piratería»

Steve Albini es uno de los personajes míticos e indescriptibles del mundo de la música. Entre sus créditos se encuentra haber trabajado como ingeniero en discos de los Pixies, las Breeders, Boss Hog, Urge Overkill, Jon Spencer Blues Explosion, Fugazi, Nirvana, Mogwai, Godspeed You! Black Emperor o Jarvis Cocker (entre muchos otros). Es todo un espectáculo verlo con su banda actual, Shellac, y hace unos días hizo un «ask me anything» (una especie de «entrevista crowdsourced») en Reddit en la que, entre otras muchas cosas, le preguntaban, cómo no, por la piratería. Su opinión me interesa especialmente porque se trata de un tipo que se gana la vida principalmente haciendo discos:

Rechazo el término «piratería». Es gente que escucha música y la comparte con otras personas, y es bueno para los músicos, ya que amplía la audiencia para la música. A la industria discográfica no le gusta el intercambio de música , porque lo ven como una pérdida de ventas, pero eso es una tontería. Las ventas han disminuido porque los discos físicos ya no son el medio de distribución para la música pop que atrae a las masas, y esperar que las personas traten archivos informáticos como objetos físicos a inventariar y comprar de forma individual es absurdo.

La tendencia a la baja en las ventas ha afectado el negocio de la grabación, obviamente, pero no para nosotros particularmente, porque nunca buscamos nuestra clientela en la industria discográfica convencional. Las bandas siempre van a querer grabarse y siempre habrá un mercado de discos bien hechos entre los amantes serios de la música. Señalaré el éxito de la etiqueta de Chicago Numero Group como ejemplo.

Nunca más volverá a haber una industria de la grabación para mercados masivos, y a mí me está bien, porque esa industria no trabaja para el beneficio de los músicos o el público, las únicas clases de gente que me importan.

La distribución gratuita de la música ha creado un enorme crecimiento en la audiencia para la música en vivo, que es donde la mayoría de las bandas pasan la mayor parte de su tiempo y energía, de todos modos. Los precios de las entradas han aumentado hasta el punto de que incluso bandas itinerantes a nivel de club pueden llegar a ingresos de clase media, si no pierden la cabeza, y toda banda tiene ahora acceso a una audiencia en todo el mundo sin coste de adquisición. Y eso es fantástico.

Además, los lugares mal atendidos por el negocio de la música de la vieja escuela (las ciudades pequeñas o aisladas, el tercer mundo y los países de habla no inglesa) ahora tienen acceso a todo en vez de a una pequeña muestra controlada por la retrógrada industria local. Cuando mi banda recorrió Europa del Este hace un par de años llenamos a pesar de no haber vendido, literalmente, ningún disco en la mayoría de esos países. Gracias internets.

Por cierto, que hace unos días Isma me pasaba otra referencia muy interesante y con un punto de vista muchísimo más negativo (pero bien informado), sobre el tema, Meet The New Boss, Worse Than The Old Boss?, que también debe leerse con atención como parte del debate sobre el tema (David Lowery, su autor, tiene un currículo nada despreciable, después de haber fundado Camper Van Beethoven y Cracker y haberse interesado por la industria desde bastantes puntos).

Castigando al que pasa por caja…

Foto de una copia del disco 21 de Adele, en vinilo, en un tocadiscos

Ese disco de ahí arriba es mío, resultado de pasar, hace unos meses, por caja en una tienda de discos (desgraciadamente desaparecida hace unos días). Como podéis ver, es el celebérrimo 21 de Adele, un disco que ha adquirido relevancia estos días por dos motivos: el primero, la media docena de Grammys que le ha valido a la cantante londinense; el segundo, más discutible, que nos hemos enterado de las negociaciones que han mantenido el disco fuera de muchos, que no todos, servicios musicales en línea (y en particular Spotify).

Resulta ser que 21 podría haber estado en Spotify, si los suecos hubiesen cedido a la petición de la discográfica de ofrecer el disco en exclusiva para los clientes de pago, y no para los que usan la opción gratuita del servicio. Está bastante claro que los propietarios de los derechos del disco están en su derecho (valga la redundancia) de imponer las condiciones que les parezcan más efectivas para maximizar su beneficio (se trata de eso, no nos engañemos) por mucho que a nosotros nos pueda parecer que no se trata de la mejor decisión posible. Y tampoco hay duda de que un distribuidor de contenidos como Spotify también puede elegir aceptar o no esas condiciones, con el mismo objetivo. Nos guste a los demás o no. Es su negocio.

Ahora bien. Yo (como dos o tres millones de usuarios más) pago religiosamente cada mes a Spotify. Y también pasé en su momento por caja con el disco (no recuerdo cuánto me gasté, pero ahora mismo cuesta unos bastante razonables 12 euros en Amazon). Y resulta ser que si lo quiero escuchar en el móvil, o bien digitalizo el vinilo (un palo, y probablemente no sonaría con toda la calidad posible), o bien me vuelvo pasar por caja, me lo compro en CD (algo más de 9 euros, de nuevo en Amazon) y lo ‘ripeo’ o bien me lo compro directamente en digital (10 euros en 7digital, por ejemplo (sí, el disco es más caro en MP3 que en CD, cosas de la industria))… o busco el torrent y me lo bajo. ¿Vosotros qué haríais?

En cualquier caso, la industria discográfica sigue haciendo imposible la vida especialmente al que paga. Se podrán quejar de la ‘piratería’. Y nosotros nos podremos seguir quejando de su política…

Contra la piratería, torturemos al cliente

Es la idea, ¿no? Acabo de poner un DVD que me compré el otro día en el reproductor (Shine a Light, Martin Scorsese y los Rolling Stones, muy recomendable). 18 eurillos en la Fnac, me costó, creo recordar.

No sorprenderá a nadie saber que, de salida, me he comido un maravilloso anuncio contra la piratería. Pero es que después de la piratería me he tenido que tragar unos cuantos trailers de película. Que no me he podido saltar. A trozos, el reproductor ni siquiera me ha permitido ponerlo en avance rápido… 4 minutos de mi vida. Cuatro minutos de la vida de cada una de las personas que paguen por el dichoso DVD. Y como mínimo hoy los trailers tienen una cierta vigencia. Dentro de cuatro años, por ejemplo, ese trailer será la peor plataforma de marketing posible. Afortunadamente, estaba solo en casa. Si no, tendría que haber aguantado como alguien me llamaba imbécil por pagar para que me insulten primero y me tomen el pelo después. Con razón.

¿Es alguien consciente del esfuerzo que me llevaría ‘ripearlo’ a un formato como H.264, colgarlo después en la red y ahorrar esos cuatro minutos a tantísima gente? Aproximadamente ninguno. Pero se seguirán preguntando por qué la gente lo hace…

El mensaje de Mark Cuban a la MPAA

Hace unos días nos hacíamos eco de el enfado de Cory Doctorow con las propuestas para la «protección de la propiedad intelectual» que se están lanzando por ahí… Una de las cosas que decía es que es un hecho que la piratería existe y va a seguir existiendo, a pesar de todas las medidas tecnológicas y legislativas que se tomen para impedirlo. A Doctorow, «copyfighter» reconocido, igual hay que asignarle un innegable partidismo. Difícilmente nadie le colgará esa etiqueta de «copyfighter» a Mark Cuban, un tipo con una fotuna valorada en 2,800 millones de dólares y que posee, entre otras cosas, una productora de cine y un canal de televisión de alta definición. Y sin embargo, en una de las últimas entradas de su blog se permite decir:

Tengo más de mil millones de dólares invertidos en la industria del entretenimiento. Veo nuestro contenido distribuido ilegalmente en línea. Tengo un informe diario de todos los torrentes y otros ficheros disponibles en línea. ¿Sabéis qué es lo que pienso sobre ello? Y qué. Eso es lo que pienso. Son daños colaterales. A diferencia de la música, hace falta tiempo para subir y descargar películas. La gente con más tiempo que dinero roba contenidos. Pero es que tampoco iban a pagar por ellos. La gente con conciencia paga por el contenido. Afortunadamente eso es la mayoría de la gente.

Dejando de lado lo agresivo del discurso (que lo es, y mucho), el mensaje de Cuban a la MPAA es

Por favor, por favor, por favor, ¿podríais usar el dinero que vais a gastar en impedir lo inevitable en promocionar lo divertido que es ir al cine? Más gente que va al cine es más gente emocionada por el cine. Más gente emocionada por el cine es más gente que ve películas en la tele, y eso es bueno para los ingresos, y más gente comprando DVDs o descargas legales de las películas. De nuevo, bueno para los ingresos.

O sea que, la próxima vez que vaya al cine, en vez del infumable anuncio contra la piratería (teniendo en cuenta que si me quiero bajar una película me la voy a bajar igual y que, además, acabo de pagar 7 euros por la entrada), ¿por qué no me ponéis un tráiler más?

Piensa el ladrón

Disculpen que me ría, pero es que han pillado a Sony BMG usando software pirata. Pocas grandes compañías pueden permitirse el lujo de «tirar la primera piedra» con el tema del software pirata: siempre hay algún empleado que se instala una versión pirata de un software del que se tiene licencia porque estás hasta las narices antipiratería / tocanarices del programa de turno, o que se ha instalado alguna cosa más bien poco legal para su uso particular. Pero en el caso de una de las compañías que más esfuerzos ha invertido en evitar que sus contenidos se distribuyan sin su permiso y el previo paso por caja, pensaría uno que iban a ser más cuidadosos. 300,000 euros, les pide la compañía propietaria del software pirateado…