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Me gustaría pensar que en el momento en que aparece publicada esta entrada mi vuelo estará despegando del aeropuerto de Heathrow rumbo a Barcelona. Mucho me temo que, tal y como está la cosa, lo que estará pasando es que llevaré tres horas en el aeropuerto, que el portátil y la cámara habrán sido inspeccionados con todo el cuidado del mundo y que aún me quedará un buen rato de espera hasta el despegue…

Y ya me explicará alguien la lógica que dice que por motivos de seguridad el tamaño del equipaje de mano se reduce a la mitad. Lo de no meter líquidos y geles me parece un tanto ridículo, pero nunca se sabe. Pero lo del tamaño… Aún suponiendo que haga falta todo ese volumen para hacer estallar una bomba, lo único que se lograría es obligar a los presuntos terroristas suicidas a ir por parejas, cual guardias civiles.

En fin. Londres sigue estando en su sitio, y los ingleses demostrando su tradicional flema británica. Como mínimo he aprovechado estos días para visitar la Tate Modern, el British Museum (que contiene la mitad del Egipto histórico que no está en el Metropolitan de Nueva York), el Science Museum y el Natural History Museum. Para que luego digan que no hacemos cultura.

PS Para mi [positiva] sorpresa, el vuelo ha salido con un ligerísimo retraso y ha llegado a su hora. Qué cosas :-). Eso sí, la sorpresa matinal ha sido mayúscula: levantarse, conectarse para comprobar si había algún problema con él y ver que no, que ninguno porque no aparecía por ninguna parte. Como podréis imaginar, he salido disparado hacia el aeropuerto… La conclusión: que era un código compartido de Iberia con British Airways y en la web sólo figuraba el de British. Para que luego digan de la organización británica. Resultado: en vez de tres horas de espera, cuatro :-(.

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