Apreciado señor López

Tercera entrega (junto con Apreciado señor Farré y Apreciado señor Sánchez) de nuestra deconstrucción de las falacias en el debate sobre el canon digital – que no sobre la conveniencia o no de compensar a los artistas.

El artículo de ayer de Carlos López es de los más ponderados de los leídos hasta ahora. Es más, sus primeros párrafos son una demostración de buen conocedor del contexto en el que nos estamos moviendo, expuestos con la máxima objetividad posible.

Sin embargo, y siempre desde nuestro humilde punto de vista, el autor incurre en dos errores de forma, «legitimado» por los datos que, correctamente hasta ese punto, acaba de aportar. He aquí la primera afirmación que pone los pelos de punta:

No cabe duda razonable que la sujeción al ?canon digital?, ha de extenderse a otros equipos y soportes no conocidos en tiempos anteriores.

Esa cantinela de «no cabe duda razonable» me suena a mí a eso de «la actuación irresponsable del Gobierno» y que, de forma indirecta, se apropia para sí, y en exclusiva, la razón y la responsabilidad – en detrimento de los demás. Dejando aparte esa falacia ad hominem habría que añadir que no parece en absoluto razonable extender la responsabilidad en las causas a soportes que, en muchos casos, no participan de las consecuencias que el señor López quiere compensar.

Dicho de otro modo: en muchos países la televisión pública se financia, entre otras cosas, a través de un canon fijado sobre la venta de televisores. Aunque cada vez con más excepciones, podríamos admitir que, originalmente, un televisor servía única y exclusivamente para ver televisión (y, tiempo ha, ésta era eminentemente pública). En este contexto, el canon sobre el televisor tenía sentido. Habría que ver si lo sigue teniendo con la creciente proliferación de canales de televisión privados o con los usos alternativos (visionado de vídeo, uso para juegos,etc.) que el televisor va incorporando.

Si el canon sobre el televisor tiene cada vez menor fuerza, ¿por qué repetir el error con los soportes digitales que, de antemano, ya sabemos que tienen múltiples usos más allá de utilizarlos con «?eso? que disfrutamos y que nos hace felices y que se llama música, cine, etc.» (López dixit)?

La segunda cuestión, como el otro día, va a ser una lección de Economía. Dice el señor López:

Quienes tienen que pagar la compensación por copia privada son los fabricantes e importadores de los equipos y soportes que permiten la reproducción. No son los usuarios y consumidores

Bien, este es el principal dilema que siempre ha ocupado a los estudiosos de la Política Fiscal y la Economía Pública entre otros: cómo poner un impuesto a un sector empresarial y que éste no lo traslade (en argot del gremio) a los consumidores. La respuesta ha generado artículos científicos y tesis doctorales por doquier, pero se resume así: en general, no se puede, y lo que se traslade va a depender, sobretodo, de la elasticidad de la demanda: a menor elasticidad, mayor proporción pagarán los consumidores, ya que los productores podrán trasladar el coste (el impuesto, el cenon) a los consumidores. Y aquí aparece la paradoja.

Mientras la elasticidad de la demanda de soportes digitales para «copias que deberían generar una compensación a terceros» (vamos a decirlo así) seguramente es muy alta («si me lo ponen muy caro, me compro el CD original» ergo compraremos menos soportes con canon), la elasticidad para otros usos (discos duros para el funcionamiento básico del ordenador, copias de seguridad, etc.) seguramente es mucho menor: por más caro que sea un lápiz USB, «necesito uno para llevar mis documentos del trabajo arriba y abajo», con lo que pagaremos lo que sea para que nuestro ordenador tenga disco duro.

¿Y la paradoja? Que quién puede dejar de pagar compensación – cuando legítimamente debiera – va a poder cambiar sus hábitos de consumo y evitarlo. Mientras tanto, quién legítimamente debiera estar excluido de pagar compensación, la va a pagar con creces (porque además el productor se la va a hacer pagar) sin poder evitarlo de forma alguna.

Y la pregunta sigue siendo ¿es esta la mejor forma de compensar al artista?

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