Resultados de búsqueda de: «porra»

  • Pre-porra para los óscars

    Aprovechando que tengo un ratito de calma, algunos favoritos para los óscars:

    • Peli: The Departed
    • Director: Scorsese, por la misma película
    • Guión adaptado: Alfonso Cuaron, Timothy J. Sexton, David Arata, Mark Fergus y Hawk Ostby por Hijos de los Hombres
    • Guión original: Michael Arndt, por Little Miss Sunshine
    • Cinematografía: Hijos de los Hombres
    • Documental: An Inconvenient Truth

    A ver cómo nos va (y a ver si consigo hacer una quiniela más completa). ¿Vuestras apuestas?

  • La porra de los Ã?scars

    El año pasado hice 8 de 10, o sea que este año voy a arriesgar…

    • Mejor película, Buenas noches, buena suerte, para sorpresa de propios y extraños. Me da, sobre todo, que la Academia como bloque va a ser bastante más conservadora que los diferentes sindicatos, y que no se va a llevar el premio Brokeback Mountain.
    • Mejor película de animación, Wallace & Gromit.
    • Mejor director, George Clooney. Como en el caso de la peli, lo que pienso sobre todo, es que no se lo dan a Ang Lee. Y entre eso y la pasión que siente la Academia por las películas dirigidas por actores estrella (y un poco de mitomanía), ahí queda la apuesta.
    • Mejor actriz, Reese Witherspoon.
    • Mejor actor, Philip Seymour Hoffman.
    • Mejor actriz de reparto, Frances McDormand (completamente al azar…).
    • Mejor actor de reparto, David Strathairn.
    • Mejor guión original, Matchpoint (eso es un deseo, más que una opinión).
    • Mejor guión adaptado, Brokeback Mountain (aunque tendría su punto que se lo dieran a Una historia de violencia, que es la adaptación de un cómic una novela gráfica).
    • Mejor fotografía, Buenas noches, buena suerte (ese blanco y negro es una gozada).
    • Mejores efectos visuales, King Kong.

    Once apuestas. Si saco un cuatro me voy a dar con un canto en los dientes… Si alguien se anima con las suyas, ahí tiene los comentarios.

    PS AP informa, a través de Yahoo!, de las primeras declaraciones de los nominados y lo que ha ganado cada uno hasta ahora. Clooney confía tan poco como yo en mis capacidades de adivino, y se contenta con poder poner en la carátula del DVD que la película acumuló media docena de nominaciones…

  • La porra de los Ã?scars

    Estoy rellenando la porra de los Oscars en la IMDb. Ya puestos, meto la pata en público:

    • Mejor película, The Aviator.
    • Mejor actor, Jamie Foxx, por Ray.
    • Mejor secundario, Morgan Freeman, por Million Dollar Baby.
    • Actriz: Hillary Swank, por Million Dollar Baby. En la IMDb se inclinan, ahora mismo, y por escaso margen, por Kate Winslet.
    • Mejor secundaria: ni idea. Sólo he visto Closer y, muy a mi pesar, no creo que Natalie Portman merezca un Oscar (aunque en la IMDb, también por los pelos, va la primera). ¿Virginia Madsen?
    • Mejor director: Clint Eastwood, por Million Dollar Baby, aunque la academia está en deuda con Scorsese (que es quien gana en la IMDb)…
    • Mejor guión adaptado: Sideways.
    • Mejor guión original: Eternal Sunshine of the Spotless Mind (si no, los miembros de la academia y yo tendremos unas palabritas :-P).
    • Mejor peli de animación: The Incredibles.
    • Mejor peli no en inglés: Mar adentro.

    Ahí queda eso…

    PS (2005.02.19): Después de haber visto Sideways (en castellano Entre Copas, que ya tiene narices la cosa), Virginia Madsen no es mala opción :-). Película muy recomendable.

  • Lo de Chrome

    A estas alturas ya habréis visto la noticia (en el Guardian o en el New York Times, por ejemplo): como resultado de un juicio antimonopolio en el que Google ha perdido (le quedan apelaciones, pero está perdiendo claramente), el departamento de Justicia de los Estados Unidos propone, como medida para romper el monopolio, que Google se deshaga de Chrome. ¿Es esto un problema para Google? Tiene la pinta de que bastante… pero eso es un problema para Google, y las prácticas de Google justifican que se le imponga un castigo severo. ¿Es un problema para los miles de millones de personas que usamos la web a diario (y un buen porrón más que usan tecnologías web sin saberlo)? Al menos potencialmente, sí. Lo explica, muy apañadamente, Stephanie Stimac en este vídeo de hace menos de tres meses (no son ni veinte minutos y vale bastante la pena):

    Stephanie trabaja en Igalia, una cooperativa (¡gallega!) que hemos citado en alguna ocasión por aquí, a la que hemos tenido en Despacho 42 y que, entre otras cosas, es la segunda contribuidora prácticamente cada año al código de Chromium por detrás de Google (luego Chrome y la multitud de otros navegadores que se basan en Chromium, como Edge, el navegador de Samsung o Vivaldi, entre muchos otros), al de Webkit por detrás de Apple (luego Safari, pero también muchas pantallitas que ves cada día, incluyendo las de la Playstation, las de muchos ascensores y hasta la de la Thermomix (en serio)) y al de Firefox por detrás de Mozilla… luego todos los navegadores web viables a día de hoy. Si usas algo digital con una pantalla, casi seguro que estás usando código suyo. Y conocen el ecosistema web, y sus debilidades, como nadie.

    La cuestión es que, ahora mismo, a pesar de la existencia de Igalia (y una infinitud de desarrolladores individuales que contribuyen a esos proyectos de código abierto), Chromium y Chrome (y Samsung Internet, Vivaldi, o Edge) no se sostienen sin Google, porque más del 80% del desarrollo de Chromium y sus componentes lo hacen profesionales en la nómina de Google/Alphabet.

    De la misma forma, Safari (y todos los dispositivos que usan Webkit para su interfaz (¡la Thermomix!)) no se sostiene sin Apple, y ya veremos qué hace Apple con Webkit y Safari si desaparece el caramelo de los 20 000 millones anuales que Google paga a Apple para ser su proveedor de búsqueda por defecto.

    Y Firefox no se sostiene sin Mozilla y los 500 millones anuales que Google le paga, de nuevo, para ser el proveedor de búsqueda por defecto.

    En cualquier caso, volvamos a la venta de Chrome. Una primera cosa sería establecer el valor justo de venta. Aquí, una potencial interpretación:

    How much would Chrome cost? Conservatively: Revenue: Match the $26 billion Google paid yearly to search affiliatesCost: <2000 engineers at an average cost of $500k = $1bilProfit: 25 billion per yearValuation at a P/E ratio of 20: $500 billionDid I get any math wrong?Who could finance this?

    Daniel Ehrenberg (@littledan.dev) 2024-11-20T00:58:10.418Z

    A pesar de la brutalidad de la valoración (ahora mismo hay menos de veinte compañías en todo el mundo que coticen en bolsa y valgan más de quinientos mil millones (aquí un listado)), si Google paga hoy esos veintiséis mil millones al año (que los paga) a Apple, Mozilla y otro puñado de empresas por establecer su buscador como buscador por defecto, es fácil asumir que Google valora los ingresos obtenidos de Chrome en bastante más de esos veintiséis mil millones anuales, y la valoración, por tanto, al menos según ese criterio, no es exagerada. ¿De qué, si no, iba Google a patearse esa cantidad de dinero en su navegador? Nadie ha confundido a Google con una ONG (o nadie debería hacerlo, como mínimo). (Y estimar que Google invierte entre quinientos y mil millones al año en Chrome no parece exagerado. En serio.)

    Pero no parece probable que al departamento de Justicia y al juez les vaya a parecer bien que esa nueva compañía independiente viviese exclusivamente de los pagos de Google, ni que Google siga con sus tratos con Apple, Mozilla y el resto de compañías. Y, en ese caso, la valoración de la compañía pasa, me da a mí, de esos lujuriosos quinientos mil millones que es prácticamente imposible que nadie pueda pagar a, potencialmente, menos de lo necesario para sostener Chrome. Y Firefox deja de ser sostenible a la velocidad de la luz sin los millones de Google. Y Apple puede permitirse la pasta que se deja cada año en Webkit y Safari perfectamente, pero… ¿para qué? Apple tampoco es famosa por comportarse como una ONG, precisamente (y, aunque no me guste, así es como funcionan las cosas ahora mismo). Y si, de la noche a la mañana, buena parte de los y las currantes que se dedican profesionalmente a desarrollar y mantener los navegadores que usamos (que tienen millones de líneas de código en las que seguro que hay vulnerabilidades y bugs que alguien va a descubrir algún día, y cuyo mantenimiento, por ende, es esencial), entonces… ¿qué?

    Que sí, que suena apocalíptico y no tiene por qué pasar así, como ya dice Stephanie Stimac en el vídeo, pero estas cosas es mejor considerarlas antes que después.

  • George Clinton. Mientras el cuerpo aguante…

    Ayer había concierto de George Clinton en Barcelona. Y claro, el buen señor, a pesar de su edad, es una de las figuras de referencia del planeta funk. Probablemente no tenga el nombre del padrino George Brown, pero es tan citado como él. Prince ha colaborado en su último disco, y no hace falta buscar mucho para desenterrar sus influencias en gente como los Red Hot Chili Peppers, o hasta en la guitarra de Rage Against The Machine. O sea que, por aquello de no perderse la lección de historia cogimos los trastos, salimos de trabajar y enfilamos hacia Nou de la Rambla con Paral·lel, a visitar la sala Apolo…

    Esperando en la cola para entrar, porra sobre la duración del concierto. ¿75 minutos, quizá 90? En estas épocas de conciertos fugaces y repertorios minúsculos, nos podremos dar con un canto en los dientes si llegamos ahí. Subir escaleras, posicionarse en algún lugar de visibiladad moderada pero fuera del mogollón, que uno tiene una edad, los calores de julio en Barcelona son tremendos y conviene cuidarse… Sobre el escenario, con sus reducidas dimensiones, se acumulan algo así como una docena de micrófonos (no, no es hipérbole) y un sinnúmero de amplis, toqueteados sin cesar por un constante trasiego de ‘pipas’ y demás fauna asociada a los conciertos… Y poco más o menos a las nueve y veinticinco, algo antes quizá, el escenario se inunda con un trompeta, un saxo, el batería, bajista ocho cuerdas, guitarra, ni se sabe cuántos vocalistas, venidos cada uno de un planeta distinto, tres teclistas y un señor de mediana edad, ataviado de guitarra eléctrica, calzado deportivo y pañales (sí, eso pone, pañales) inicia la ceremonia funk. No se trata del abuelo Clinton, que aun tardará un buen rato en aparecer por el escenario. Pero da lo mismo. Semejante despliegue de ‘groove’ no deja lugar a dudas, y el concierto va a compensar los treinta y pocos euros que decía valer la entrada… Va a haber funk, va a haber soul, rock, rythm’n blues y lo que haga falta. Los metales brillan, las guitarras están bien afiladas, la batería toma ritmo de apisonadora, los teclados vienen directamente del año 1975 y las voces se siguen las unas a las otras sin solución de continuidad… Cuando al cabo de algún que otro tema aparece el maestro de ceremonias Clinton, mientras suena Flashlight, si no me engaña la neurona, la sala hace rato que bota y el Apolo parece la dichosa escuela de calor que nos anunciaban los Auserón hace tantos años. Pero eso no impide que alguien le dé un par de vueltas más al regulador de intensidad y la sala acabe de entrar en el delirio colectivo…

    Pasados 90 minutos largos de concierto, estacionados tras la mesa de sonido, y aplastados por la intensidad de lo que emana del escenario, alguien sugiere que, dado que la cosa, tristemente, tiene que estar a punto de acabar, sería conveniente ir tomando posiciones cerca de la salida. Sobre la tarima se han ido sucediendo los temas, no se sabe si ocho o diez o una docena, porque cada uno se funde con el siguiente y para distinguirlos haría falta un estudio exhaustivo de la discografía de Parliament, P-Funk All-Stars, Funkadelic, George Clinton y vaya usted a saber cuántas bandas más montadas para intentar escapar de la injusta tiranía de las discográficas a lo largo de cerca de cuatro décadas de carrera. Está claro que el personaje que sigue celebrando la ceremonia prefirió, an algún momento de su vida, vender su alma al diablo a cabio del secreto del ritmo que a las discográficas por un plato de lentejas. Sabia decisión. Ningún instrumentista se ha marcado un solo, porque esta banda es un todo que trabaja en equipo para arrasar lo que se le ponga por delante y no hay lugar para estrellas, pero todos han dejado huella. Ha tomado el micro hasta la nieta de Clinton, Sativa (somethin’ stank and she wants some…) y ha quedado claro que aquí todo el que se sube al escenario lleva ‘groove’ en estado puro corriendo por las venas. Uno teme, eso sí, por la integridad del batería, cuyas baquetas se intuyen a veces tras el hormiguero de cuerpos, instrumentos y amplificadores. Lleva hora y media dale que te pego y la lipotimia no puede estar lejos.

    Habíamos quedado, pues, en acercarnos hacia las puertas del local. Pero el caballero de la mesa de sonido no hace para nada ademán de ir bajando micros… Decidimos, pues, cambiar de rumbo y acercarnos a la barra a por agua, que tanta intensidad nos ha dejado al borde de la deshidratación. Descansaremos un rato mientras la sala se va vaciando y saldremos un poco más tarde, evitando la aglomeración, que semejante festín merece una digestión pausada… Llegamos a la barra, pedimos, bebemos… y el concierto sigue. Las caras de agotamiento están en la pista y no en el escenario. Y nadie deja de bailar. La camarera marca el ritmo con un abridor sobre las neveras mientras atiende las idas y venidas del público a la busca de agua, cervezas, cocacolas y lo que se tercie… Debemos llevar ya algo así como dos horas y media, quizá más, cuando, finalmente, los vocalistas comienzan a abandonar el escenario. Se quedan allí dos guitarras, el bajo y el batería, siempre escondido, por cuya salud seguimos sufriendo… Pero no hay fade-out ni solo final. Y el guitarra se deja llevar por el espíritu de Hendrix. Parece Maggot Brain, el tema que compuso Clinton hace ya treinta años, tras descubrir en un apartamento el cadáver de su hermano, que llevaba dos semanas muerto allí. Dice la leyenda que Clinton, en el estudio, le dijo al guitarra que tocara como si su madre acabase de morir. En el disco es desgarrador. Esta noche, sobre el escenario, es algo más. Esto no se baila, te hipnotiza. Cada cual se agarra donde puede, descansa las articulaciones y se deja llevar por lo que dibuja la guitarra en su cabeza. Las miradas están ausentes y el ritmo acelerado del concierto se vuelve vaivén desordenado. Y nos preparamos para irnos, agotados y satisfechos como hacía mucho tiempo que no pasaba.

    Pero no. Del Apolo, hoy, no se va nadie mientras no lo decida el jefe Clinton. Y no parece tener ganas de acabar aún. Vuelve al escenario el caos de voces. Aunque no es caos. No sé cuántos años llevan tocando juntos, pero no hace falta ni cruzar una mirada. El motor está engrasado y ni una pieza desentona. Vuelve, eso sí, el funk más potente. Esto es una fiesta. Todos sabemos que tenemos que volver a trabajar a la mañana siguiente. A todos nos duelen los pies. Aquí y allí una cabeza baja y unos brazos en jarras señalan al que está a punto de rendirse. Toma aire, reposa unos segundos… y vuelve a ponerse a bailar. No queda energía en los cuerpos, pero la que emana del escenario alimenta al que ya no puede más. La medianoche ha pasado ya. Uno casi espera ver aparecer a los espíritus del funk y el groove por el escenario. Claro que, bien pensado, va a ser difícil que aparezcan ahora, porque llevan revoloteando desde el primer minuto…

    Fallan las memorias, los sonidos se confunden. Es la una y pico cuando la ceremonia finaliza. Ha faltado el canto de un duro —sirva la expresión anacrónica en una noche salida de otra época— para llegar a las cuatro horas de espectáculo brutal. No es que nadie se atreva a pedir un bis: es que a nadie le queda una caloría por quemar… Queda salir a la calle a buscar un taxi, y dar gracias a quien nos diera la idea de comprar la entrada para el concierto de la temporada.