Resultados de búsqueda de: «las compras del mes»

  • No más compras del mes

    No, no es que hayamos dejado de comprar en eMusic. Sencillamente hemos trasladado esta sección del blog al blog intrascendente.

  • Los discos del mes

    Como ya hice el mes pasado, la lista de las compras del mes en eMusic (el enlace no es patrocinado, pero sí recomendado: 40 pistas al mes por 10 dólares, 65 por 15 o 90 por 20, en MP3, y por tanto sin restricciones, es un regalo, tal y como están las cosas. Aun sin el patrocinio, si a alguien le apetece apuntarse, que deje un comentario y le envío una invitación, que con ella regalan 50 pistas para el invitado o invitada, y 50 más para mí).

    Este mes han caído, entre otras cosas, de Iggy Pop, Rough Power, de The Hives, Veni, Vidi, Vicious, y del genial Sonny Rollins Saxophone Colossus (casi da corte comprarse discos de jazz: con la longitud de cada pista, te acabas comprando 40 minutos de gran música por un dólar con diez…).

    Y la recomendación del mes es, valga la redundancia, una recomendación de la tienda: Lado Este, de la mexicana Sara Valenzuela. Un disco absolutamente cross-over, con los pies firmemente plantados en el jazz, pero con elementos de pop, rock, funk y trip-hop. Su página oficial tiene un par de canciones del disco para descargar.

  • La bolsa eMusic del mes

    Acabo de decidir que, a partir de ahora, cuando haga las compras de eMusic del mes, os haré la lista. Y así, de paso, les hago un poco de publicidad, que se la merecen: 40 pistas por 10 dólares al mes (y si aumentas el volumen, el coste por pista baja más aun de esos 25 centavos pista), y un catálogo independiente (y no tan independiente) más que sensible. Y en MP3, sin DRM

    Además, si alguien se quiere apuntar, que avise (dejando un comentario aquí, por ejemplo), que como ‘referer’ me llevo 50 pistas gratis. Y con las 50 que me obsequió este señor al darse de alta, la bolsa del mes la componen 90 pistas, repartidas en los siguientes discos:

    Y aun me han sobrado unas cuantas pistas…

  • Otro año más (2006 en OBM)

    Hala, vamos a dedicar un ratillo a mirarnos el ombligo y echar la vista atrás. 2006 ha sido un año «arregladete» en esta casa: en diciembre de 2005 andábamos por las 21.000 visitas, y este lo cerraremos rozando las 50.000 (ver estadísticas públicas). El resultado egoista es que el blog es desde hace unos meses un hobby que se autofinancia (y me paga una cena de vez en cuando) gracias a AdSense y la gente que llega de los buscadores y hace click en los anuncios (algo que hace, para mi sorpresa, un usuario de cada veinticinco, poco más o menos). De todas formas, quizá el número más sorprendente generado por el blog es el de Feedburner, que dice que andamos por encima de los 400 lectores habituales (¡hola! :-P) que a veces se leen las más de 700 entradas que hemos escrito este año.

    Y hablando de entradas, repasemos algunas de las más destacadas…

    Ah sí, también fue el año en que explicamos todo lo que nos compramos en eMusic: enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, agosto (¡¿quién me ha robado el mes de julio?!), septiembre, octubre y noviembre y diciembre.

    Y nos sobró tiempo para jugar a críticos de cine, literarios (más de una vez), musicales (qué pedazo de concierto, señor) y de cacharritos, y hasta a fotoperiodistas (también más de una vez). No me extraña que la prensa esté mosqueada con la blogocosa :-P…

    En fin. Un gran 2006. Esperemos que 2007 sea igual de bueno. Y muchas gracias a todos :-).

  • No sin mis datos

    Uno de los axiomas del What is Web 2.0 de Tim O’Reilly es que «data is the new Intel Inside». Mis datos son míos son míos son míos. ¿Sí? La cuestión de la propiedad de los datos, que tanto se ha puesto de moda con el embrollo de Robert Scoble y Facebook, es una de las que debería preocuparnos a todos.

    Last.fm y yo compartimos el historial de cuatro años de música escuchada. eMusic sabe qué música le he comprado. Amazon sabe qué compras he hecho en los últimos años. Facebook o LinkedIn tienen un montón de información mía. Meebo tiene un historial de múltiples conversaciones privadas que he mantenido en los últimos meses. Fuera de la red hay muchos más ejemplos. Mis operadores de telefonía saben con quién he hablado, cuándo y cuánto tiempo. Visa y MasterCard saben tanto de mi vida… Ahora que me he comprado un abono trimestral de Transports de Barcelona, no sería nada complicado seguirme con una precisión que a veces provoca vértigo…

    • Compartir los datos es bueno: que Last.fm conozca mis gustos personales les permite ponerme música a mi medida. Es comodísimo y extremadamente conveniente saber que en cualquier ordenador con el que pueda navegar puedo acceder a todas esas conversaciones de Meebo.
    • Compartir los datos no es ninguna novedad: el quiosquero sabe qué prensa compro, el camarero del bar qué suelo tomar y me encantaría tener un librero que conociese mis gustos. En la red son los papeles que han ido adquiriendo mi lector de RSS, Amazon y tantos otros servicios.
    • Compartir los datos es bastante inevitable: quien quiera vivir en un mundo sin tarjetas de crédito puede hacerlo (con dificultad, cierto es), pero yo no quiero. Por nada del mundo. Mis datos están en manos de Visa, Google, Yoigo… Mientras me fíe de ellos, es algo con lo que puedo vivir. Más si tenemos en cuenta las cosas que me perdería si no les cediese parte del control.
    • Pero, obviamente, compartir los datos tiene sus riesgos (y por ello hay una legislación sobre protección de datos y otra para proteger la intimidad de las personas). Por un lado, y aún sin hacer nada ilícito en la red, mis datos son míos, y nadie tiene por qué divulgarlos. Por el otro, y aunque Amazon, por ejemplo, sea depositaria de mi historial de compras, este es mío y por tanto, debería ser capaz tanto de exigírselo como de solicitarles que lo eliminen. Aunque use Google Browser Sync (fantástica herramienta, por cierto), debería poder acceder a mi historial (puedo, desde luego) y poder borrarlo (también se puede hacer, aunque no es la cosa más cómoda del mundo borrar el historial de un día entero).

    Lo que estaba haciendo Scoble vulneraba, claramente, los términos del servicio de Facebook. Pero a veces los términos del servicio no son demasiado comprensibles. Ni justificables. Ni aceptables. Cuando me apunté a Facebook, el servicio entró en GMail (con mi permiso y sin vulnerar los términos de servicio de GMail, ciertamente), tomó nota automáticamente de todas las direcciones de correo de mis contactos (unos cuantos centenares, no habría sido nada cómodo hacerlo a mano), me dijo cuáles estaban dados de alta en Facebook (ninguno de mis contactos dio su permiso explícito para hacerlo, aunque muy probablemente sí lo ponga en el acuerdo ese que nadie se lee al darse de alta en cualquier web) y se ofreció muy amablemente a ‘espamear’ al resto para invitarles a unirse al servicio. ¿No debería Facebook devolverme el favor si lo deseo?

    El caso Scoble pone de manifiesto la necesidad, cuando menos, de un código ético para todos aquellos que actúan como depositarios de nuestra información personal. Como suele pasar, alguien no ha necesitado de la evidencia para comenzar a actuar: el Project VRM (de Vendor Relationship Management, por oposición a CRM) del Berkman Center for Internet & Society de la Harvard University, bajo el liderazgo de Doc Searls (que escribe sobre «Scoble vs Facebook» en Linux Journal). El reto al que se enfrentan no es sencillo bajo ningún punto de vista: técnicamente es una pequeña pesadilla, el abanico de posibles posiciones morales es enorme y muy difícil de armonizar y, finalmente, van a topar con la opsición de múltiples empresas que, como Facebook, opinan que buena parte de su patrimonio perdería mucho valor si se viesen obligadas a compartir sus datos con sus usuarios (y, no lo olvidemos, propietarios legítimos de esa información). Pero esperemos que el embrollo Scoble-Facebook sirva como mínimo para sacar a la luz un debate que debería ser candente.

    Vía.