Categoría: Propiedad intelectual

  • 2 many lawyers

    La web de la discográfica Geffen me dice que no puede enseñarme el último videoclip de Kate Nash porque estoy en el país equivocado

    Me he acostumbrado a que, de vez en cuando, la web de eMusic me diga que determinados álbumes no los puedo comprar porque no están a la venta en mi país. también he aceptado, a regañadientes, que no puedo oir Pandora fuera de las fronteras de estados Unidos y Canadá.

    Pero me parece muy fuerte, muy muy muy fuerte, que en la web de la discográfica no pueda ver el videoclip de una artista. Muy fuerte. ¿No deberíamos aceptar que el mundo se ha vuelto loco y replantear la dischosa propiedad intelectual de una vez?

    Y de regalo, resulta ser que Polydor ha colgado el vídeo en YouTube y ahí sí puedo verlo sin problemas… El mundo se ha vuelto loco.

  • Titulares DRM

    Repasando la lista de Google Reader de hoy un poco más y me atraganto (tiene mérito: no estaba comiendo) con el titular de la sección de cultura de elpaís.com:

    Sony venderá discos sin protección anticopia

    Que digo yo que está bien informar de la decisión de vender música en MP3 y, por tanto, sin DRM (hasta lo hicimos aquí) pero… ¿¡discos sin protección anticopia!? Yo habría jurado que, rootkits aparte, Sony vendía el 99% de sus discos sin protección anticopia…

    Pero claro, cuando a mí ya me estaba saliendo el «antiorgullo patrio» («esto en un diario serio como el New York Times no habría pasado»)… que si quieres caldo, dos tazas. El mismísmo Times titula:

    Sony BMG Will Sell Music Without Copyright Protection

    Joder (con perdón, pero es que los tacos están para situaciones como esta). Resulta ser que un artista que vende un MP3 renuncia automáticamente a su propiedad intelectual. ¿¡Les habrán avisado!? A ver, señores del Times: venderá música sin DRM, pero al copyright no van a renunciar de ninguna de las maneras… Que ya entiendo yo que lo de «sin DRM» a lo mejor no lo entendería mucha gente, pero entre publicar algo difícil de entender y algo que es falso

  • No sin mis datos

    Uno de los axiomas del What is Web 2.0 de Tim O’Reilly es que «data is the new Intel Inside». Mis datos son míos son míos son míos. ¿Sí? La cuestión de la propiedad de los datos, que tanto se ha puesto de moda con el embrollo de Robert Scoble y Facebook, es una de las que debería preocuparnos a todos.

    Last.fm y yo compartimos el historial de cuatro años de música escuchada. eMusic sabe qué música le he comprado. Amazon sabe qué compras he hecho en los últimos años. Facebook o LinkedIn tienen un montón de información mía. Meebo tiene un historial de múltiples conversaciones privadas que he mantenido en los últimos meses. Fuera de la red hay muchos más ejemplos. Mis operadores de telefonía saben con quién he hablado, cuándo y cuánto tiempo. Visa y MasterCard saben tanto de mi vida… Ahora que me he comprado un abono trimestral de Transports de Barcelona, no sería nada complicado seguirme con una precisión que a veces provoca vértigo…

    • Compartir los datos es bueno: que Last.fm conozca mis gustos personales les permite ponerme música a mi medida. Es comodísimo y extremadamente conveniente saber que en cualquier ordenador con el que pueda navegar puedo acceder a todas esas conversaciones de Meebo.
    • Compartir los datos no es ninguna novedad: el quiosquero sabe qué prensa compro, el camarero del bar qué suelo tomar y me encantaría tener un librero que conociese mis gustos. En la red son los papeles que han ido adquiriendo mi lector de RSS, Amazon y tantos otros servicios.
    • Compartir los datos es bastante inevitable: quien quiera vivir en un mundo sin tarjetas de crédito puede hacerlo (con dificultad, cierto es), pero yo no quiero. Por nada del mundo. Mis datos están en manos de Visa, Google, Yoigo… Mientras me fíe de ellos, es algo con lo que puedo vivir. Más si tenemos en cuenta las cosas que me perdería si no les cediese parte del control.
    • Pero, obviamente, compartir los datos tiene sus riesgos (y por ello hay una legislación sobre protección de datos y otra para proteger la intimidad de las personas). Por un lado, y aún sin hacer nada ilícito en la red, mis datos son míos, y nadie tiene por qué divulgarlos. Por el otro, y aunque Amazon, por ejemplo, sea depositaria de mi historial de compras, este es mío y por tanto, debería ser capaz tanto de exigírselo como de solicitarles que lo eliminen. Aunque use Google Browser Sync (fantástica herramienta, por cierto), debería poder acceder a mi historial (puedo, desde luego) y poder borrarlo (también se puede hacer, aunque no es la cosa más cómoda del mundo borrar el historial de un día entero).

    Lo que estaba haciendo Scoble vulneraba, claramente, los términos del servicio de Facebook. Pero a veces los términos del servicio no son demasiado comprensibles. Ni justificables. Ni aceptables. Cuando me apunté a Facebook, el servicio entró en GMail (con mi permiso y sin vulnerar los términos de servicio de GMail, ciertamente), tomó nota automáticamente de todas las direcciones de correo de mis contactos (unos cuantos centenares, no habría sido nada cómodo hacerlo a mano), me dijo cuáles estaban dados de alta en Facebook (ninguno de mis contactos dio su permiso explícito para hacerlo, aunque muy probablemente sí lo ponga en el acuerdo ese que nadie se lee al darse de alta en cualquier web) y se ofreció muy amablemente a ‘espamear’ al resto para invitarles a unirse al servicio. ¿No debería Facebook devolverme el favor si lo deseo?

    El caso Scoble pone de manifiesto la necesidad, cuando menos, de un código ético para todos aquellos que actúan como depositarios de nuestra información personal. Como suele pasar, alguien no ha necesitado de la evidencia para comenzar a actuar: el Project VRM (de Vendor Relationship Management, por oposición a CRM) del Berkman Center for Internet & Society de la Harvard University, bajo el liderazgo de Doc Searls (que escribe sobre «Scoble vs Facebook» en Linux Journal). El reto al que se enfrentan no es sencillo bajo ningún punto de vista: técnicamente es una pequeña pesadilla, el abanico de posibles posiciones morales es enorme y muy difícil de armonizar y, finalmente, van a topar con la opsición de múltiples empresas que, como Facebook, opinan que buena parte de su patrimonio perdería mucho valor si se viesen obligadas a compartir sus datos con sus usuarios (y, no lo olvidemos, propietarios legítimos de esa información). Pero esperemos que el embrollo Scoble-Facebook sirva como mínimo para sacar a la luz un debate que debería ser candente.

    Vía.

  • Sin DRM, tres de cuatro

    Como comentan en Ars Technica, con la decisión de Warner de poner a la venta en Amazon su catálogo musical sin DRM, tres de las cuatro grandes discográficas ya venden sin limitaciones su música en internet (la única que no ha dado el paso es Sony BMG). De momento ninguna grande ha abandonado las restricciones del DRM, pero con un poco de suerte todo se andará :-).