cubby, otro almacenamiento en la nube más…

El logo de cubby
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Un día más, un sistema de almacenamiento en la nube más (en beta, desde luego). Esta vez los que lanzan competencia para DropBox son los mismos que ya ofrecen otro servicio de relativo éxito: LogMeIn.

Bajo el nombre de cubby se esconde un servicio que es, de salida, primo cercano de DropBox: sincronización transparente de archivos entre todos los dispositivos que uno desee (cuenta con clientes para Windows, Mac, iOS y Android), con almacenamiento remoto (unos nada desdeñables cinco gigas de salida) y la posibilidad de compartir carpetas entre tantos usuarios como se desee de forma privada, por un lado, y de generar enlaces públicos a cualquier archivo o carpeta, por el otro.

Para diferenciarse, además de los cinco gigas, Cubby declara algunas características diferenciadoras. En especial, me resulta atractiva la funcionalidad «peer to peer» ilimitada: si uno está dispuesto a renunciar al almacenamiento en la nube, las carpetas compartidas no tienen ninguna limitación de tamaño. Esto, naturalmente, implica que sólo hay sincronización mientras más de un ordenador está conectado simultáneamente, pero puede ser una solución interesante para grupos que quieren compartir directorios grandes y que están dispuestos a dejar al menos un ordenador corriendo casi permanentemente.

Un aspecto técnico interesante también es que Cubby monta grafos circulares entre los ordenadores que comparten un ‘cubby’ de forma que, siempre según los responsables, se minimiza el tráfico en la red sin empeorar el rendimiento (si hay algún experto en redes en la sala, se reclama su opinión). Además, si varios de los ordenadores comparten red local, Cubby asegura que serán nodos adyacentes en el grafo, de manera que (aquí creo que no necesitaremos de la opinión de ningún experto para creérnoslo) también se reducen los paseos innecesarios por internet (claro que no es difícil de imaginar que todas las soluciones de almacenamiento en la nube con sincronización tienen este aspecto también implementado, aunque sólo sea para ahorrar ancho de banda en el servidor).

Cubby también promete seguridad a través de criptografía de forma que, entre otras cosas, todos los archivos que circulan de forma privada, tanto entre iguales como en los servidores de Cubby, lo hacen después de haberse encriptado.

Como con cualquier otra solución de almacenamiento «en la nube», las cosas quedan fuertemente limitadas por el ancho de banda de subida (y ahí la arquitectura en círculo puede suponer un problema: si tenemos varios ordenadores conectados, la velocidad queda limitada por las conexiones más lentas), pero en un momento en que parece que cada vez más usuarios saltan del ADSL a soluciones de cable y fibra, la cosa puede resultar atractiva.

Ahora mismo Cubby está en beta limitada y sólo se da acceso solicitando invitación en su web. Cabe indicar que a mí, al menos, la invitación me llegó en un plazo muy breve.

¿Y para cuándo ‘hosting P2P’?

Lo comenta Antonio Ortiz en Error500: la nube no es para la libertad de expresión. Habla, como todo el mundo, de lo de Wikileaks en Amazon. Yo, particularmente, no culpo (mucho) a Amazon: si a mí me viniesen a ver los ‘men in black’ del gobierno de los Estados Unidos quitaría de la web todo lo que hiciese falta quitar. Probablemente antes de que me lo pidiesen… Yo echaría más bien la culpa al gobierno de los Estados Unidos (al fin y al cabo, Amazon ha alojado a Wikileaks, a sabiendas de que les iba a suponer problemas).

En cualquier caso, a lo que apunta Antonio es al hecho de que depender de un único proveedor de hosting (o diez o cincuenta, es igual, Wikileaks habría sido retirado de todos los servidores que hiciese falta) para una información tan sensible como esta, básicamente, no es una gran idea. Y que, ahora mismo, la solución más robusta contra estas cosas es el P2P. Pero claro, eso le quita a Wikileaks (o a quien sea, que aquí estamos hablando de cómo resolver el problema en general) toda la visibilidad de la web.

Creo, de todas formas, que hace falta ir un poco más allá y combinar el P2P con la web, definitivamente. No es una idea original: hay entrada Wikipedia dedicada al peer-to-peer web hosting. Pero les reto a que encuentren muchas entradas en la wikipedia de apenas cuatro líneas y sin un miserable enlace externo…

PS «Puedo prometer y prometo» que estaba ya casi acabada esta entrada cuando he visto a Antonio Delgado tuitear La Red y nuestra libertad (de Raúl Rivero en El País) que, en su penúltimo párrafo, apunta estas mismas ideas y enlaza a información sobre el proyecto de Peter Sunde (fundador de The Pirate Bay) de crear una alternativa al DNS basada en el P2P. Sabía yo que no iba a ser original… :-).

Burnbit, torrentes a coste cero

Está feo hablar de servicios web sin haberlos probado, pero la premisa de Burnbit es lo suficientemente interesante y ahora mismo no se me ocurre con qué probarlo…

La idea es sencilla: uno tiene un alojamiento web de gama media, cuelga un archivo grande por algún motivo (tal y como están las cosas, ‘grande’ se refiere a centenares de megas, en la mayoría de los casos) y, por estas cosas de la vida, la descarga se vuelve demasiado popular. Resultado: el ancho de banda del servidor, que bastaba y sobraba para servir unos pocos miles de páginas web al día, no ‘da’ para 10 o 12 descargas concurrentes (por no hablar de algún centenar, si la cosa es realmente popular). Y si realmente tenemos éxito, aún podríamos a llegar a agotar la cuota de ancho de banda del servidor, con lo que nos veríamos obligados a retirar el archivo o a pagar, probablemente a un precio poco tolerable, la factura del ancho de banda extra…

La solución para este problema es, ya desde hace tiempo, el P2P: uno ofrece un ‘torrent’ y (si la audiencia es lo suficientemente avanzada tecnológicamente) descarga en sus clientes una parte importante del ancho de banda: los clientes se benefician porque mejora su experiencia de usuario y uno se ahorra bastantes dolores de cabeza.

Si el concepto es claro, la implementación no lo es tanto: servidor se las de de usuario sofisticado, pero (i) jamás ha creado un ‘torrent’, aunque no cree que sea muy difícil y (ii) de hecho, no está ni seguro de que pudiese hacer de ‘seed’ desde el hosting que tiene contratado. Y servirlo desde casa, con los 320 kilobits de subida de las ADSL típicas, parece un remedio peor que la enfermedad…

Y ahí es donde entra Burnbit, un nuevo servicio web que ofrece convertir cualquier archivo con una URL en un torrent.

No será un servicio que usemos muchos ni con mucha frecuencia (y, insisto, no lo he probado) pero puede ser útil para sacarnos de algún atolladero…

¿Es Veetle el futuro de la televisión sobre Internet?

Captura de pantalla del canal estadounidense de deportes ESPN en la web de Veetle
La tele, en directo, en la web

Se me escapa por qué esta historia no está dando más vueltas por la web. A veces hasta me pongo ‘conspiranoico’… Y es que Veetle.com es uno de esos sitios que debería estar haciendo mucho ruido…

  1. Spotify ha demostrado que el P2P es una tecnología viable para distribuir audio sobre internet en tiempo casi real. Pasar al vídeo debería ser una cuestión de echarle más ancho de banda al asunto, pero poca cosa más… Y sin embargo, no me suena ninguna iniciativa al respecto.
  2. Mientras tanto, distribuir vídeo a través de internet es tan caro que todo parece indicar que sólo la tremenda inversión en infraestructura de Google permite a YouTube no morir en el intento (e, incluso, quién sabe, obtener beneficios en algún momento).
  3. Y aún así, a pesar de que los números del vídeo en línea llevan tiempo subiendo a ritmos exponenciales, les falta mucho para llegar a los números de la televisión: dicen por ahí que el internauta medio consume unos quince minutos diarios de YouTube. A una cierta distancia de la penetración de la tele, a un mundo todavía de las tres horitas de tele, poco más o menos, que se come el consumidor medio.
  4. Mientras los medios en línea siguen intentando encontrar un modelo de negocio viable, está más que demostrado que la gente está dispuesta a pagar por disponer de tropecientos canales de televisión (y que los anunciantes, a su vez, están dispuestos a pagar por los ‘eyeballs’ de esos televidentes, a granel, mucho más de lo que pagan por la publicidad en línea).

¿Qué ofrece, mientras tanto, Veetle? La [al menos aparente] solución al problema: un plugin, disponible para una buena masa de sistemas operativos y navegadores, que permite, por un lado, la posibilidad de consumir tele ‘como toda la vida’: acceder a un canal y ver lo que están emitiendo (a lo que estaba emitiendo hace unos segundos, de hecho, pero ya nos entendemos…). Nada de ‘on demand’: o te interesa, o ‘cambias de canal’, o ‘apagas’. Y no hay más. Por otro lado, el mismo plugin te ofrece la posibilidad de abrir tu propio canal, capturando de una sintonizadora de televisión, programando unos cuantos vídeos que tengamos por el ordenador o, finalmente, capturando cualquier fuente de vídeo que tengamos conectada al ordenador… ¿Necesidades para emitir? Un ordenador medianamente potente (pero para nada un ‘cañón’) y una conexión con un ancho de banda de subida ‘casi-razonable’ (esto es, 600, 800 kilobits, un megabit… nada extraordinario… a no ser que tengas contratada una ADSL española, en cuyo caso ya te puedes dar con un canto en los dientes si llegas a los 512 kilobits).

¿Qué hay hoy en Veetle? Como podría esperarse, contenidos de legalidad cuando menos dudosa: un puñado de canales dedicados a la emisión de películas y series de televisión (con ‘canales’ dedicados en exclusiva a los Simpson o American Dad, por ejemplo) o a la reemisión de acontecimientos deportivos o canales de televisión (y eso es lo que hay a la vista: cuando uno se pone a emitir contenido cuenta con la opción de no publicar su ‘canal’).

¿Cuál es el futuro a corto plazo de Veetle? Primero, conseguir crecer y sobrevivir en un campo de minas importante, con lobbys muy interesados en mantener la escasez [artificial y relativa] de canales de emisión usando, entre otros medios, la legislación presuntamente escrita para proteger la propiedad intelectual. Después, legitimar su oferta ofreciendo contenidos ‘legales’ (las comillas van por la dificultad de definir legal, ilegal y alegal, no por ninguna otra cosa). De momento, estos días están promocionando en portada la emisión de un torneo veraniego de fútbol, que es un paso modesto pero en la dirección correcta.

¿Y después? Si sobreviven a una infancia de alto riesgo, el futuro no tiene límites. Las posibilidades de rentabilizar un canal a base de micropagos, si los costes de infraestructura son mínimos: canales temáticos como los que ya se ofrecen ‘bajo mano’, emisión de acontecimientos deportivos de mediana audiencia, actos públicos de interés para comunidades limitadas… y la posibilidad de poner en manos de cualquiera, finalmente, la posibilidad de su propio canal de televisión.

Habrá que prestar atención.

Y a mí que no me parecen bien algunas webs de enlaces…

Tenía esta entrada en la cabeza desde hace tiempo. Tanto como el que ha pasado desde que suscribí el manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en internet (y de esto hace ya cerca de mes y medio)… Finalmente, hoy me decido a hablar de lo que creo que debería ser castigable en la red. Vayamos por pasos…

En primer lugar, no tengo nada en contra del P2P, principalmente por dos motivos:

  1. Quien comparte algo, lo que sea, digital, en una red P2P, no lo hace para lucrarse (y, en la práctica, invierte en el esfuerzo un ancho de banda de subida que, en este país al menos, se paga a precio de oro). [De hecho, sí hay quien intenta sacar tajada: los que comparten archivos con contraseña e intentan obtener un rescate por esta… pero la ‘comunidad’ ya se encarga de ‘lincharles’ adecuadamente (o al menos lo hacen las comunidades por las que me muevo/he movido)]
  2. Si bien opino que las discográficas y distribuidoras de cine pierden ingresos a través del P2P,
    1. también estoy seguro de que nadie se cree sus cifras de pérdidas (al fin y al cabo, si Pixbox ofrece todo su catálogo por 6 euros al mes, difícilmente va a poder defender la industria que nadie que se descargue música le perjudique en más de esos 6 euros mensuales, a no ser que demanden de la misma forma a Pixbox, menos la tajada que se lleven)
    2. los que me preocupan son los creadores, no los intermediarios. Y a los creadores no parece que les vaya tan mal, últimamente
    3. a pesar de que a las industrias del disco y el DVD no les guste acordarse de ello, hay industrias que sufren más los efectos de la ‘piratería’: como mínimo la industria del videojuego y la subindustria de la triple equis. Y curiosamente a estos no se les oye escudarse en la pobre excusa del P2P para solicitar la ayuda de las arcas públicas ni de del ejecutivo, el legislativo ni el judicial: dedican sus esfuerzos, de manera bastante más inteligente, a buscar nuevos canales de distribución, nuevos modelos de negocio… y a perseguir a los piratas industriales.

Y ahí es donde me duele el tema de las webs de enlaces (que, como recordaba Miquel Peguera, no son delito, y seguirán sin serlo mientras no se cambie la legislación española sobre propiedad intelectual).

  1. Las webs de enlaces no son P2P: son una cosa centralizada, nada de entre iguales, tienen un responsable o responsables.
  2. En las webs de enlaces sí hay lucro (o, como mínimo, sí es fácil ver cómo puede haberlo).
  3. Ningún usuario de P2P le puede hacer suficiente daño a la industria como para que esta se inmute, pero la acción de una web de enlaces sí (o al menos eso cree aquí su humilde y poco informado servidor).

¿Todas las webs de enlaces son, por tanto, tan nocivas como para merecer el cierre administrativo? No, desde luego que no. Para comenzar, es esencial respetar los derechos que nos garantiza la Constitución y el resto de leyes en vigor. Y nada que implique el cierre de una web debería hacerse sin pasar por el sistema judicial. Naturalmente. A pesar de lo cerriles (tercera acepción del DRAE) que puedan resultar determinados legisladores. Y exaltarse porque alguien pueda intentar colar algo así en una ley presuntamente inofensiva me parece muy natural.

Ahora bien, no sé quién dijo que si había que elegir entre la incompetencia o la mala fe cuando algo parece hecho con muy mala baba uno debía inclinarse siempre por la primera opción, pero tenía muchísima razón. En este caso, no lo dudo, había una dosis más que notable de mala fe, puesta por el ‘lobby’ de las «industrias culturales» (si esas dos palabras juntas no son el mejor ejemplo posible de oxímoron, no sé cuáles pueden serlo (estoy seguro de que existen militares inteligentes)). Pero esa era la mala fe (y la ignorancia necesaria) de intentar acabar con el P2P, no la de atentar contra la libertad de expresión: que el redactado del celebérrimo «Anteproyecto de Ley de Economía sostenible» permita usarlo para atentar contra ese derecho fundamental es un accidente motivado por la incompetencia de (¿casi?) todos los implicados en el desaguisado. Sé perfectamente que es una cosa no demostrable (los culpables serán los primeros en defender su competencia, demostrando por el camino su falta de ella), pero como todo el mundo tiene derecho a una opinión, yo me reservo la mía ;-).

Y entonces… ¿cómo lo resolvemos? Confesando de nuevo mi desconocimiento casi total de la materia (que me temo que no es mucho mayor que el de muchos de los que han dado ya su opinión sobre el tema, especialmente aquellos que han hecho mucho ruido) a mí me atrae poderosamente el concepto de «safe harbor» que se incluye en el título segundo de la muy criticada (con razón) Digital Millennium Copyright Act, que protege a los prestadores de servicios de la legislación si se comprometen a comportarse como ‘puertos seguros’ y bloquean de manera diligente los contenidos que infringen la legislación sobre propiedad intelectual al ser notificados de tal infracción (con las esperables garantías para poder alegar). Introduciendo [bien] algo así en la legislación española, las webs de enlaces se dividirían rápidamente en las ‘especialistas en materiales más allá de la legislación de propiedad intelectual’ (que estarían jugando con fuego) y el resto del mundo (permitan que opine, de nuevo, que el resto del mundo se iba a demostrar muy escaso). Y a la industria le bastaría, para amargar la vida del webmaster de turno, con apostar a un francotirador (sirve un administrativo mileurista medianamente formado) sobre la tecla de F5 del navegador: nuestro hipotético webmaster no tiene un pelo de tonto y sabe bien cuándo el ‘torrent’ de turno es el último disco de Alejandro Sanz (y, por tanto, le conviene retirar el enlace a la voz de ya) y cuándo se trata de un material potencialmente más nocivo pero más allá del alcance de las leyes del copyright.

Una legislación así (esto es, ilegalizando cierto tipo de webs de enlaces y protegiendo los «puertos seguros») no iba a parar el P2P (he dicho ya que no tengo nada en contra de este, me parece recordar), ni [suponiendo una buena redacción y su posterior buena aplicación, que no es poco suponer] tampoco atentaría contra la libertad de expresión. Pero a los «piratas industriales» sí les iba a desinflar el negocio. Y eso, qué quieren que les diga, no me parece mal…