Recuerdo una vez ? de hecho, varias ? que, evaluando un proyecto de cooperación al desarrollo donde se trataba de (vamos a suponer) crear una escuela en una zona rural en un determinado país en vías de desarrollo, se hacía ciertamente duro no poner en duda tremendas exageraciones en el formulario de solicitud de ayuda pública a dicho proyecto. Ante la pregunta de cuántos beneficiarios directos habría, se contaban por miles. Por supuesto, se contaban en ellos los 20 o 30 niños que asistirían a clase ese año… y en los próximos eones hasta el Apocalipsis final. Hasta ahí, de una legitimidad aceptable. Eso sí, a la pregunta de cuántos beneficiarios indirectos, se incluía toda la población del pueblito, del país, la Humanidad y las galaxias más cercanas. Es por todos sabido que la educación nos hará libres.
En estas magnitudes parece moverse el secretario de Estado de Telecomunicaciones y para la Sociedad de la Información, Francisco Ros, al hablar del Plan Avanza:
En el ámbito educativo, el porcentaje de escuelas públicas y concertadas con acceso a Internet de banda ancha alcanza en España el 87%, frente al 67% de la media de la Unión Europea. De ello se benefician 7 millones de alumnos y 500.000 docentes en 20.000 escuelas públicas y concertadas.
Y digo yo: ¿Los 14 millones de padres de los alumnos y los 2 millones de padres de los docentes no se benefician de que sus hijos usen Internet en la escuela? ¿Y los padres de esos 16 millones de padres? De las afirmaciones del Sr. Ros deduzco que no solamente llega banda ancha al 87% de escuelas, sino que, una vez allí, se reparte a un montón de aulas informatizadas, con un ordenador por alumno, a cualquier hora del día; y llega también, a través de una modernísima red sin hilos a los despachos y claustros de profesores, donde, gracias a una sofisticada intranet, gestionan planes docentes, actividades, cualificaciones y, en sus ratos libres, montan blogs y wikis para los alumnos.
¡Qué huevazos!