Disculpen que interrumpa brevemente el plácido silencio últimamente habitual por estos pagos, pero creo que la cosa lo merece. Han pasado ya 24 horas del evento, y todavía no consigo recuperarme…
Ayer servidor comenzó el año yendo de compras. Y acabó cayendo en una de las múltiples sucursales que tiene en Hong Kong la cadena Broadway (ojo, que la combinación de cantonés y mala web puede herir un poco a los que sigan el enlace) para ver si me decidía a comprar un Vaio X (pista: la configuración que sale en España por 1,530 euros y se tarda «entre dos y tres semanas en servir» aquí te la llevas puesta por unos 9,500 dólares de Hong Kong (o ‘Jonquis’), dejaremos como ejercicio al lector la conversión de moneda y estimar si vale la pena o no con un teclado americano (la incógnita también se desvela dos párrafos más adelante, para lectores poco trabajadores)).
Vayamos por pasos (vayan añadiendo ustedes un ‘igualico que en mi pueblo’ al final de cada uno ustedes mismos):
- En exposición tenían el modelo dorado, pero en catálogo también está en negro. Al pedir si me lo podían enseñar, no solo lo hicieron sino que se disculparon por tenerlo como modelo en exposición.
- Al decidir que me quedaba el dorado (incógnita desvelada), y una vez pagado, me sacan el ordenador de la caja, me preguntan si mejor en inglés (mi cantonés no es demasiado allá, confieso) y me lanzan la primera instalación.
- De golpe aparece un dependiente por detrás ‘armado’ con una silla. Para que servidor pudiera sentarse mientras tanto, no fuera a cansarse.
- Acabado el primer inicio, me dejan allí, conectado a la WiFi de la tienda, por si quisiese bajarme algún ‘service pack’ o cualquier cosa. Sin prisas (a pesar de que la tienda tenía una afluencia de público más que notable).
- Una vez concluido el asunto, me vuelven a empaquetar el ordenador y, por si la amabilidad no hubiese sido suficiente, añaden un par de tonterías de cortesía: un nano ratón de esos que provocan síndrome de túnel carpal con solo mirarlos y un auricular-micrófono de oreja. Bagatelas, sí, pero gratis. Para rematar, para una amiga que había soportado el proceso con una envidiable mezcla de estoicismo y envidia (el cacharrito es muy mono), un par de detallitos Hello Kitty (que, pese a que a ella no le entusiasmasen, por aquí es toda una religión).
Pues eso, que igualico que en mi pueblo. La próxima cosa que me compre en España va a causarme un serio trauma, me temo…
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