George Clinton. Mientras el cuerpo aguante…

Ayer había concierto de George Clinton en Barcelona. Y claro, el buen señor, a pesar de su edad, es una de las figuras de referencia del planeta funk. Probablemente no tenga el nombre del padrino George Brown, pero es tan citado como él. Prince ha colaborado en su último disco, y no hace falta buscar mucho para desenterrar sus influencias en gente como los Red Hot Chili Peppers, o hasta en la guitarra de Rage Against The Machine. O sea que, por aquello de no perderse la lección de historia cogimos los trastos, salimos de trabajar y enfilamos hacia Nou de la Rambla con Paral·lel, a visitar la sala Apolo…

Esperando en la cola para entrar, porra sobre la duración del concierto. ¿75 minutos, quizá 90? En estas épocas de conciertos fugaces y repertorios minúsculos, nos podremos dar con un canto en los dientes si llegamos ahí. Subir escaleras, posicionarse en algún lugar de visibiladad moderada pero fuera del mogollón, que uno tiene una edad, los calores de julio en Barcelona son tremendos y conviene cuidarse… Sobre el escenario, con sus reducidas dimensiones, se acumulan algo así como una docena de micrófonos (no, no es hipérbole) y un sinnúmero de amplis, toqueteados sin cesar por un constante trasiego de ‘pipas’ y demás fauna asociada a los conciertos… Y poco más o menos a las nueve y veinticinco, algo antes quizá, el escenario se inunda con un trompeta, un saxo, el batería, bajista ocho cuerdas, guitarra, ni se sabe cuántos vocalistas, venidos cada uno de un planeta distinto, tres teclistas y un señor de mediana edad, ataviado de guitarra eléctrica, calzado deportivo y pañales (sí, eso pone, pañales) inicia la ceremonia funk. No se trata del abuelo Clinton, que aun tardará un buen rato en aparecer por el escenario. Pero da lo mismo. Semejante despliegue de ‘groove’ no deja lugar a dudas, y el concierto va a compensar los treinta y pocos euros que decía valer la entrada… Va a haber funk, va a haber soul, rock, rythm’n blues y lo que haga falta. Los metales brillan, las guitarras están bien afiladas, la batería toma ritmo de apisonadora, los teclados vienen directamente del año 1975 y las voces se siguen las unas a las otras sin solución de continuidad… Cuando al cabo de algún que otro tema aparece el maestro de ceremonias Clinton, mientras suena Flashlight, si no me engaña la neurona, la sala hace rato que bota y el Apolo parece la dichosa escuela de calor que nos anunciaban los Auserón hace tantos años. Pero eso no impide que alguien le dé un par de vueltas más al regulador de intensidad y la sala acabe de entrar en el delirio colectivo…

Pasados 90 minutos largos de concierto, estacionados tras la mesa de sonido, y aplastados por la intensidad de lo que emana del escenario, alguien sugiere que, dado que la cosa, tristemente, tiene que estar a punto de acabar, sería conveniente ir tomando posiciones cerca de la salida. Sobre la tarima se han ido sucediendo los temas, no se sabe si ocho o diez o una docena, porque cada uno se funde con el siguiente y para distinguirlos haría falta un estudio exhaustivo de la discografía de Parliament, P-Funk All-Stars, Funkadelic, George Clinton y vaya usted a saber cuántas bandas más montadas para intentar escapar de la injusta tiranía de las discográficas a lo largo de cerca de cuatro décadas de carrera. Está claro que el personaje que sigue celebrando la ceremonia prefirió, an algún momento de su vida, vender su alma al diablo a cabio del secreto del ritmo que a las discográficas por un plato de lentejas. Sabia decisión. Ningún instrumentista se ha marcado un solo, porque esta banda es un todo que trabaja en equipo para arrasar lo que se le ponga por delante y no hay lugar para estrellas, pero todos han dejado huella. Ha tomado el micro hasta la nieta de Clinton, Sativa (somethin’ stank and she wants some…) y ha quedado claro que aquí todo el que se sube al escenario lleva ‘groove’ en estado puro corriendo por las venas. Uno teme, eso sí, por la integridad del batería, cuyas baquetas se intuyen a veces tras el hormiguero de cuerpos, instrumentos y amplificadores. Lleva hora y media dale que te pego y la lipotimia no puede estar lejos.

Habíamos quedado, pues, en acercarnos hacia las puertas del local. Pero el caballero de la mesa de sonido no hace para nada ademán de ir bajando micros… Decidimos, pues, cambiar de rumbo y acercarnos a la barra a por agua, que tanta intensidad nos ha dejado al borde de la deshidratación. Descansaremos un rato mientras la sala se va vaciando y saldremos un poco más tarde, evitando la aglomeración, que semejante festín merece una digestión pausada… Llegamos a la barra, pedimos, bebemos… y el concierto sigue. Las caras de agotamiento están en la pista y no en el escenario. Y nadie deja de bailar. La camarera marca el ritmo con un abridor sobre las neveras mientras atiende las idas y venidas del público a la busca de agua, cervezas, cocacolas y lo que se tercie… Debemos llevar ya algo así como dos horas y media, quizá más, cuando, finalmente, los vocalistas comienzan a abandonar el escenario. Se quedan allí dos guitarras, el bajo y el batería, siempre escondido, por cuya salud seguimos sufriendo… Pero no hay fade-out ni solo final. Y el guitarra se deja llevar por el espíritu de Hendrix. Parece Maggot Brain, el tema que compuso Clinton hace ya treinta años, tras descubrir en un apartamento el cadáver de su hermano, que llevaba dos semanas muerto allí. Dice la leyenda que Clinton, en el estudio, le dijo al guitarra que tocara como si su madre acabase de morir. En el disco es desgarrador. Esta noche, sobre el escenario, es algo más. Esto no se baila, te hipnotiza. Cada cual se agarra donde puede, descansa las articulaciones y se deja llevar por lo que dibuja la guitarra en su cabeza. Las miradas están ausentes y el ritmo acelerado del concierto se vuelve vaivén desordenado. Y nos preparamos para irnos, agotados y satisfechos como hacía mucho tiempo que no pasaba.

Pero no. Del Apolo, hoy, no se va nadie mientras no lo decida el jefe Clinton. Y no parece tener ganas de acabar aún. Vuelve al escenario el caos de voces. Aunque no es caos. No sé cuántos años llevan tocando juntos, pero no hace falta ni cruzar una mirada. El motor está engrasado y ni una pieza desentona. Vuelve, eso sí, el funk más potente. Esto es una fiesta. Todos sabemos que tenemos que volver a trabajar a la mañana siguiente. A todos nos duelen los pies. Aquí y allí una cabeza baja y unos brazos en jarras señalan al que está a punto de rendirse. Toma aire, reposa unos segundos… y vuelve a ponerse a bailar. No queda energía en los cuerpos, pero la que emana del escenario alimenta al que ya no puede más. La medianoche ha pasado ya. Uno casi espera ver aparecer a los espíritus del funk y el groove por el escenario. Claro que, bien pensado, va a ser difícil que aparezcan ahora, porque llevan revoloteando desde el primer minuto…

Fallan las memorias, los sonidos se confunden. Es la una y pico cuando la ceremonia finaliza. Ha faltado el canto de un duro —sirva la expresión anacrónica en una noche salida de otra época— para llegar a las cuatro horas de espectáculo brutal. No es que nadie se atreva a pedir un bis: es que a nadie le queda una caloría por quemar… Queda salir a la calle a buscar un taxi, y dar gracias a quien nos diera la idea de comprar la entrada para el concierto de la temporada.

7 opiniones en “George Clinton. Mientras el cuerpo aguante…”

  1. Nen… te has salido con este post. Me ha gustado mucho… te ha salido el periodista fustrado…

    a parte, la envidia cochina por no haberme enterado del concierto…

  2. Yo tambin fui uno de los afortunados que desfalleci en Apolo mientras el viejo George&co. nos daban un ejemplo de maestra y aguante en el escenario. Un concierto para recordar durante muuuuucho tiempo.

  3. Certifico el 80% de tus palabras, pero si esperabas que durase 90 min. es que no sabias donde te metas….
    Fue una leccin de libertad y fuerza. De algo q solo la palabra groove la puede designar.
    Y si q hubieron solos, del saxofonista, del bajista, de l@s cantantes. Todos tenan su pequea luz bajo el sol
    Este concierto cumpli todas mis expectativas, ya q son grandes msicos y mejores personas.

  4. De lo mejor que he visto en un escenario!!!(y no es poco) La cara de felicidad y el buen rollo me duraron das. Super las espectativas de todo el mundo de largo, seguro…me ha cambiado algunos conceptos y deja el listn de todo el que haya asistido muy alto.

  5. Desde Chile.

    George Clinton un gran musico …. lastima que a lo mejor nunca se aparecera por estos lados …Muy buena tu nota

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