Supongo que a estas alturas absolutamente todos los lectores se habrán enterado del último conflicto YouTube. Parece ser que en Turquía habían decidido bloquear el acceso al sitio porque alguien había subido un vídeo insultante a la figura del fundador de la Turquía moderna, ya que estas ofensas son delito en Turquía (y posteriormente levantar el «embargo» cuando YouTube anunció que retiraba el vídeo). Lo cuentan, por ejemplo, en Reuters.
Vamos a omitir lo fácil que es configurar un proxy para saltarse estos bloqueos y centrarnos en el nuevo tarro de gusanos que se le abre a YouTube, pero también a cualquier otra compañía que se dedique a albergar contenidos ajenos en la web. Y es que si juntamos la ausencia de fronteras de la red con la variedad de restricciones a la libertad de expresión (algunas de ellas razonables, otras no tanto, y todas sujetas al criterio personal de cada individuo) en cada país, el caos que se veía venir desde hace tiempo llama a la puerta con cada vez más insistencia…
Habrá que estar atentos, porque está en juego uno de nuestros derechos fundamentales.