Efecto Barrapunto, Menéame, Slashdot y Digg

Aprovechando que he sido barrapuntado (¿barrapunteado? ¿barra-apuntado? ¿/.ado?), recupero un par de enlaces o tres…

Yo me enteré hace cuatro días por Jeremy Zawodny: parece ser que el tráfico de digg está acercándose ‘peligrosamente’ al de Slashdot, y ya hay quien predice la muerte de Slashdot a manos del recién llegado. La cosa tiene su interés, porque los modelos de los dos sitios tienen modelos marcadamente diferente: si bien en ambos es el público el que envía los enlaces a publicar (o no), en Slashdot hay un equipo de editores, mientras que en Digg es la «inteligencia colectiva» de los usuarios la que decide qué historias llegan a la primera página.

Ayer mismo Jason Kottke comentaba su experiencia con el tema, ya que hace poco que ha sido ‘víctima’ de los efectos slashdot y digg, y puede comparar cómo le ha ido con ambos. Lectura muy interesante y recomendable. Una de las conclusiones (pero sólo una, que hay más) es que, de momento, el efecto slashdot es como cuatro veces más intenso que el digg. Parece, por tanto, que slashdot tiene cuerda para rato (aunque eso es una simplificación brutal, y realmente conviene leerse el artículo de Kottke).

Otra cosa que hay que tenr en cuenta, para que funcione esto de la ‘inteligencia colectiva’, hace falta una importante masa crítica (me recuerda una conferencia a la que asistí hace tiempo en la que explicaban como una hormiga no forma un hormiguero, cien hormigas no forman un hormiguero, pero pasando de un cierto número, n hormigas sí son capaces de formar un hormiguero). Viene a cuento porque hace unos días comentaban en Reca Blog la polémica en torno al funcionamiento de menéame, el digg español, y que probablemente tenga más que ver con la ausencia de esa masa crítica que con cualquier otra cosa…

¿Blogoqué?

Hoy el Dr. Gonzo ha entrado en erupción (erupción de baja intensidad, pero erupción al fin y al cabo) por una columna de Margarita Rivière en El País. La columna habla, cómo no, de la blogosfera. Y describe la parte más común de esta, la de millones de blogs que escupen miles de millones de palabras al día sin ningún control (con este blog como primer ejemplo, que a nosotros a burros no nos gana nadie) y empobrecen la ratio de señal y ruido de Internet.

Rivière olvida muchas cosas (por limitaciones de espacio, por desconocimiento / incompetencia, por ganas de pinchar, vaya usted a saber). Desde luego que sí. Se olvida del blog de José Luis Orihuela, o del de Lawrence Lessig, o de montones y montones de blogs que tienen un contenido tremendamente interesante, y que suponen una tribuna para sus creadores (i) que estos merecen sobradamente, (ii) de la que difícilmente podrían disfrutar en ausencia de este invento tan apañado que es internet y (iii) sin la que todos seríamos un poco más pobres. Se olvida de que un tipo llamado Dean Edwards Howard Dean estuvo a punto de batir a John Kerry como candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, y que no habría llegado donde llegó sin una política de comunicación que usó el blog como herramienta esencial. Acusa, además, a la blogosfera (a toda la blogosfera) de comportamientos (Se exhiben egos, saberes, perversiones, nostalgias, ridiculeces, pasiones, anhelos, esperanzas, vanidades, traumas, fantasías, paranoias, verdades y mentiras. Se hacen confesiones: lo privado se convierte en público. Se denuncia. Se compra y se vende. Se invierte.) que no son para nada ajenos a la prensa escrita o al resto de medios «de toda la vida». Vamos, que por un lado generaliza a lo bruto, y por el otro ve la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio. Lo hace, además, con un tono fácilmente interpretable como paternalismo de la peor especie, lo sea o no. Qué curioso. Qué comportamiento tan extraño en las columnas de opinión de los diarios. Qué anómalo en la prensa (esto, creo, es sarcasmo, y no ironía). Lo que resulta curioso es que haya bloggers (y periodistas digitales) que se subleven por ello.

No es que falten los motivos para cantarle las cuarenta a Margarita Rivière. Pero imaginemos, por un momento, que en el día de autos a la columnista no le hubiese picado la blogosfera, y que en vez de desayunar con la noticia de que en Francia hay seis millones de blogs activos (se dice pronto) hubiese mojado el cruasán en el café con leche mientras leía las últimas estadísticas de consumo televisivo en algún país presuntamente civilizado. Y se hubiese rebelado contra este triste panorama televisivo nuestro, que es todo basura. Y que lo hubiese dicho así. La tele es basura. En serio, podría pasar ;-). Y sin embargo, si uno se repasa la programación televisiva de la semana, es harto probable que encuentre, aun limitándose a la tele analógica y en abierto, suficientes programas de calidad como para invertir un buen puñado de horas frente a la caja tonta. ¿Alguien cree que Valerio Lazaroff (o similar) hubiese pestañeado al leer la columna? ¿A que no?

PS Otra cosa que olvida Margarita Rivière es que determinados blogs están comiéndole terreno a su prensa a pasos agigantados. El otro día veíamos como Engadget entrevistaba, por segunda vez en poco tiempo, a Bill Gates. Y en el Wall Street Journal comentan cómo la blogosfera ocupa espacios habitualmente reservados a la prensa tradicional, tomando los campos de la tecnología y la política como base. La cita de oro del artículo:

The difference between the old media elite and the new blogging elite is that the latter gets redefined much more frequently.

La diferencia entre la elite de los viejos medios y la nueva elite del blogging es que esta se redifine con mucha más frecuencia.

(Y una elite en que es mucho más fácil caerse de la lista, diría yo, es una elite con mucha más incentiva para hacer bien el trabajo, aun cuando este, de hecho, no es un trabajo.)