Me tomo la libertad de recomendar encarecidamente un libro: The Thrilling Adventures of Lovelace and Babbage: The (Mostly) True Story of the First Computer (enlace afiliado a amazon.es).
Como los más avispados habréis imaginado, se trata de un tebeo (hay quien prefiere cómic, hay quien prefiere novela gráfica, yo me quedo con tebeo) sobre Ada Lovelace (o Ada Byron, o condesa de Lovelace, como prefiera el lector) y Charles Babbage, los que han pasado a la historia como el ingeniero que propuso por primera vez el concepto de ordenador (para-nada-digital) programable, el «motor analítico» y su primera programadora, inventores a medias, por tanto, de la informática.
O no, como el (Mostly) del título anuncia: Ada Lovelace falleció a los treinta y seis años de edad de un cáncer y, aunque dejó tras de sí un rastro más que notable (incluyendo el primer artículo científico sobre informática de la historia por un amplio margen1), su vida no da para un tebeo divertido de trescientas páginas…
Se trata de una obra de Sydney Padua, una artista gráfica y animadora que un día, felizmente, decidió liarse la manta a la cabeza de manera monumental y se lanzó a crear un webcomic que ahora se edita en forma de libro. Digo «de manera monumental» porque el esfuerzo de documentación detrás del tebeo es colosal. Veis en las imágenes que acompañan esta reseña («robadas» todas de la página del libro en Amazon) que prácticamente cada página de tebeo viene salpicada de notas al pie que, a su vez, y aunque esto no se vea, están rellenas de más notas de sección que ilustran minuciosamente las fuentes de los textos (buena parte de lo que dicen tanto Lovelace y Babbage como sus coprotagonistas viene de cosas que verdaderamente dijeron o escribieron) y contenidos complementarios que ilustran muchos de los puntos que en el tebeo, necesariamente, sólo se tratan de manera tangencial.
El principal pecado de muchas obras que pretenden combinar educación y entretenimiento es que de entretenimiento, el justo. No es el caso. La línea steampunk de las ilustraciones de Padua, personalmente, me encanta, y el texto es brillante (aunque, eso sí, contiene un buen puñado de insider jokes que se escaparán a los que no tengan diferentes referentes, a veces informáticos, a veces matemáticos, a veces históricos; o mejor dicho, obligarán, si se quieren entender, a la lectura de las muchas notas de la obra (que no tema el potencial lector: la redacción de las notas es tan fresca y divertida como la del texto del tebeo propiamente dicho)).
Decía hace un rato que el tebeo no es sólo el relato de la vida de Ada Byron y sus aportaciones científicas. Eso ocupa tan solo las primeras treinta páginas de la obra. A partir de ahí Padua se dedica a plegar el tiempo y el espacio para hacer pasar por las páginas del tebeo a un sinfín de personajes que pasaron cerca de la condesa en el tiempo y el espacio (algunos de los cuales, de hecho, muy probablemente sí coincidieran con ella en algún momento, aunque nunca tanto como en el tebeo): hacen su aparición Samuel Taylor Coleridge, la mismísima reina Victoria, I.K. Brunel, los luditas, George Eliot, Thomas Carlyle, George Boole y su lógica, el matemático William Hamilton o Lewis Carroll (también matemático, además de creador de Alicia en el País de las Maravillas y A Través del Espejo, que Padua homenajea de manera brillante). Entre otros.
Por si esto fuera poco, resulta ser que también hay tiempo para el ascii art, la cópula gaussiana de David Li, el motor de Stirling, las ideas de Karl Marx (y las de Babbage sobre el tema, que no podrían ser más diametralmente opuestas, dicho sea de paso), los números complejos y los cuaterniones (del ya citado Hamilton), un buen puñado de aportaciones a las matemáticas de un tal Gauss o las geometrías no euclideas. De nuevo, entre otros.
Cómo consigue la autora embutir todo eso en un tebeo sin que se vuelva mortalmente aburrido es algo que el lector deberá comprobar por sí mismo. Pero vaya por delante mi garantía de que, a fe mía, bien que lo consigue.
Ah. Y aunque todo el tebeo sea, desde luego, un homenaje a Ada Lovelace, tampoco es una hagiografía ciega: no tiene ningún problema en detenerse en el probable trastorno bipolar que podría haber heredado de su padre ni en las dudas que albergan unos cuantos historiadores sobre la verosimilitud de su figura (los hay que describen a Lovelace básicamente como una figura que usa Babbage para ilustrar su historia e invenciones, parece ser que con una cierta credibilidad), aunque se permite aportar algún argumento de un cierto peso en contra de dichas dudas, fruto del ya comentado trabajo enciclopédico de documentación.
En conclusión, que ya me estáis tardando: a comprarlo y, sobre todo, a leerlo, que no todos los días se encuentra uno con una combinación tan adecuada de conocimiento y diversión.
1 Notará quien haya hecho clic en el enlace que el artículo lo firma un tal L. F. Menabrea (que llegaría a ser primer ministro italiano de 1867 a 1869). Si se toma la modestia de hacer scroll el lector por el artículo, notará que cinco sextas partes del artículo son unas notas del traductor (o de la traductora, en este caso) que contienen prácticamente toda la sustancia del artículo. La traductora, claro, es una tal Ada Augusta, condesa de Lovelace. ↩
Si alguien desea seguir leyendo sobre el tema, que pruebe con esta entrevista con la autora o esta reseña de la NPR o este artículo de re/code, por ejemplo, además de dirigirse al webcomic que dio pie al libro.
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