Ayer ví en el Festival de Cine de Sitges Primer. Se trata de la primera película de un director novato, Shane Carruth, que además le pone el guión, la música, la producción, y se adjudica uno de los papeles protagonistas. Todo ello, para un presupuesto de 7,000 dólares. Y lo primero que hay que decir es que no parece una película barata, y que no parece que sea la primera película, además, de la inmensa mayoría de los actores. Lo único criticable es un sonido bastante mal editado, que te fuerza a estar contínuamente en tensión (no ayuda que el técnico que hizo los subtítulos los haya puesto en blanco sobre un fondo… mayormente blanco, con lo que tampoco puedes desconectar y dedicarte a leer. Igual conviene esperar a una versión doblada).
No es el sonido lo único que obliga a mantenerse atento: si alguien opina que Sospechosos Habituales o Memento son películas difíciles de seguir, no ha visto Primer, que las reduce al nivel de ‘facilonas’. De verdad. Esta es una película hecha por un ingeniero, sobre ingenieros y, uno se atreve a pensar, para ingenieros y físicos de partículas. Uno no sabe si cuando le dieron el premio en Sundance fue para reconocer la innovación y la calidad de la película o para no tener que reconocer los miembros del jurado que no se habían enterado de nada.
Leí hace tiempo (la peli ganó Sundance en enero, estuvo en Cannes en mayo y tuvo un estreno limitado en Estados Unidos en octubre) a un crítico que comentaba que un segundo crítico, que la había visto unas cuantas veces en festivales diversos comentaba que, siempre, a la salida, se quedaba con la impresión de que la acabaría entendiendo, con un visionado más. Esa es, a la vez, la principal gracia y el peor defecto de la película: de puro complicado, o sales con la opinión de que es tremendamente interesante, o abandonas la sala convencido de que te han tomado el pelo. Una cosa es segura: no dejará frío a nadie.
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