Mark Cuban es un tío que está muy, muy loco. Para el que no le conozca, se forró hace unos años al venderle broadcast.com a Yahoo!, y actualmente se dedica a ser el excéntrico propietario de los Mavericks de la NBA, a la industria del cine digital, y vaya usted a saber cuántas cosas más. Cuando escribe sobre las industrias de contenidos, suele ser bastante interesante.
Su última reflexión comienza cuando, en su último viaje, quiere comprarse un CD. Y resulta que poder, puede, pero que lo que no podrá hacer es escucharlo hasta llegar a casa: portátil sin lector óptico (como el mío, por ejemplo), sin discman (yo tengo alguno en algún sitio, pero encima no lo llevo). Obviemos la posibilidad de comprarse un discman: no va a ser problema de dinero para alguien de su renta, pero es comprar un cacharro inútil. Lo que le lleva a pensar que todos (bueno, ese ‘todos’ es un ‘todos’ muy particular, pero va a incluir a los lectores habituales de este blog), al comprar un CD, nos compramos algo que vamos a usar una vez, o a lo sumo dos: para meterlo en el lector del ordenador, pasarle el CDex o alguna herramienta parecida, y almacenarlo en un montón de 1’s y 0’s con extensión mp3, ogg, wma, aac o la que toque. De ahí, en mi caso, se van a parar, directamente y sin escalas, a un armario. Vamos, que al comprar un CD en la FNAC, me paso media hora de viaje a casa sin poder escuchar mi música. De ahí a prever (¿desear?) la muerte del CD como formato de venta de música hay un paso. Me da a mí que va a ser que no (y eso que el señor Cuban da una serie de argumentos que deberían interesar a las discográficas), al menos a corto plazo, pero estaría bien.
Deja una respuesta