El término «serendipia» no figura en el DRAE, pero cuenta la Wikipedia que es un descubrimiento científico afortunado e inesperado que se ha realizado accidentalmente
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La serendipia es ese proceso mágico que hace que uno junte dos piezas de información aparentemente inconexas y salga un invento nuevo, original y potencialmente interesante. Es el motivo por el que a veces en las conversaciones de los pasillos logramos solucionar problemas que hacía semanas que nos daban vueltas por la cabeza. Ese trozo de conversación, oído al azar, que nos da la inspiración. A todos nos ha pasado. Espero.
La serendipia es, también, uno de los elementos mágicos de las relaciones humanas que uno echa más en falta en la red. Y es que las tan sofisticadas redes sociales, las que viven en internet y tiran de RSS, y motores de recomendación, y no sé cuántas cosas más, son ideales para acabar con la serendipia. Porque cuando es tan fácil juntar a la gente en grupos de interés, y la conversación se especializa hasta niveles inauditos hay mucho que ganar, pero también alguna cosa que perder. Lo malo es cuando uno se suscribe a un blog y este comienza a tratar temas que no son del interés de uno, el riesgo de acabar anulando la suscripción es elevado (al menos en mi caso). Y es que ante la amenaza de «information overload«, la preocupación por separar polvo y paja es acuciante. Se acaba dando al botoncito de ‘unsuscribe’ y esperando que si el blogger de turno dice algo interesante el efecto red haga que la información se refleje en alguno de los blogs a los que se sigue suscrito (parece mentira la cantidad de ‘blogs de referencia’ a los que se puede aplicar ese tratamiento sin apenas riesgo). Y es cierto: las grandes noticias le acaban llegando a uno, pero «encerrarse en el despacho» acarrea perderse las conversaciones de los pasillos.
Y sin embargo, Twitter, con su despiadado límite de 140 caracteres, dificulta tanto que la gente se ponga pesada que poco a poco uno ve cómo crece el numerito tras el «following», sin saber muy bien por qué. Y el robotito conectado a Google Talk va escupiendo mensajitos. La mayoría, desde luego, aporta poca cosa de interés. Y si hay demasiado trabajo, no pasa nada por ignorarlos. Pero el esfuerzo de «mantener la oreja abierta» es tan pequeño que, por pocas que sean las pepitas de oro capturadas al tamizar el río, el rendimiento es más que notable.
Esperemos que 2008 nos traiga más maneras de ponerle unas gotas de serendipia a la red.
Inspirado por The 10 ways I learned to use Twitter in 2007… (y en especial su punto tres), capturado de un «Google Shared» (con toda la controversia de los últimos días, y como uno no sabe cuál es la «netiqueta» con respecto a los ‘shareds de Google’ ajenos, aunque estos sean públicos, me guardo el enlace. Mis googleshared están aquí y mi canal de Twitter es este).