Hoy Bruce Schneier escribe un artículo en Wired de esos de enmarcar: The Eternal Value of Privacy. Altero un poco sus palabras (pero —espero— no su espíritu):
No se puede admitir que la protección de la intimidad trate de esconder las cosas malas. No es así. La intimidad es un derecho humano inherente, y un requisito para mantener la condición humana con dignidad y respeto.
Y sigo citando:
No hacemos nada malo cuando hacemos el amor o vamos al baño. No escondemos deliberadamente nada cuando buscamos lugares privados para reflexionar o conversar. Mantenemos diarios privados, cantamos en la intimidad de la ducha, y escribimos cartas a amantes secretos y después las quemamos. La intimidad es una necesidad humana básica.
Propongo que al próximo político que proponga algo que limite el derecho a la intimidad, le propongamos nosotros a su vez ponerle una cámara siguiéndole 24 horas al día, a ver qué dice…
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