Chicago (I)

2004.10.29 07.40 (Hora de Chicago)

A 10.100 metros de altura, en algún lugar del Atlántico Norte, avanzando a unos 860 kilómetros por hora (siempre había querido escribir algo así :-P).

Estados Unidos, como todos los países, tiene cosas que me gustan y cosas que no. La primera de las que no te la encuentras cada vez que les visitas, antes de llegar:

¿Padece usted alguna enfermedad contagiosa, deficiencia física o mental, o es adicto a las drogas?

¿Ha sido usted arrestado o condenado por alguna infracción o delito de depravación moral; o por una violación relacionada con estupefacientes; arrestado o condenado por dos o más infracciones cuya sentencia total de reclusión fuera igual o superior a cinco años; ha sido traficante de estupefacientes, o pretende entrar en los Estados Unidos para realizar actividades criminales o inmorales?

¿Ha estado o está implicado en actos de espionaje o sabotaje; o participó de algún modo entre 1933 y 1945 en persecuciones relacionadas con la Alemania nazi o sus aliados?

¿Habrá contestado alguna vez alguien que sí? Porque intentar que no se te cuelen indeseables en el país me parece perfectamente lógico y lícito, pero esperar que contesten que sí alguna de las preguntas anteriores…

17.25

Ya he llegado. En el avión me he puesto a leer Interface, un libro que Neal Stephenson había publicado hace tiempo bajo seudónimo, y que encontré gracias a Amazon cuando hice el pedido de The System of the World. Curiosamente, está ambientado en Chicago y habla de elecciones. Y en el avión han pasado Yo, Robot. ¿Alguien adivina en qué ciudad está ambientada? Efectivamente, Chicago.

Por cierto, no había visto Yo, Robot. O quizás mejor decir que había tomado la gran decisión de no ir a ver Yo, Robot. Por un lado, uno se queda con la curiosidad de saber el motivo por el que le han puesto ese nombre a la película. Cierto que aparecen las tres leyes de la robótica de Asimov, pero cualquier otro parecido con la colección de relatos Yo, Robot es pura coincidencia, y además desafortunada. Lo entendería si Yo, Robot fuera un título hiperconocido y estuviese en las listas de bestsellers. No dudo que haya vendido muchísimo a lo largo de los años, pero seguro que la peli habría recaudado lo mismo con otro título, y los derechos del nombre les debieron costar un dinero.

Dejaremos de lado la crítica a la película, que si bien entretiene y tiene unos efectos apañados’, tiene un argumento con más agujeros que un queso de Gruyére…

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