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Blade Runner, The Final Cut
Nos desviamos de nuevo de la temática habitual del blog (claro que, ahora que lo pienso, tampoco es que este blog tenga una temática habitual :-P). Pero es que, finalmente, y con casi diez días de retraso sobre el momento previsto para su llegada, ha caído en mis manos el regalo estrella de estas navidades: la edición de coleccionista de Blade Runner. Sí, la del maletín. La que viene con algunas de las ilustraciones que hiciera Syd Mead para la película.
La que viene con un unicornio de origami simulado. Y con un ‘spinner’.
Pero sobre todo, la de los cinco discos…
Repasemos: un disco con la última (y definitiva) versión de la mejor película de ciencia ficción de todos los tiempos, con múltiples bandas sonoras de comentarios, otro con un ‘documentalillo’ de algo más de tres horas (formato miniserie, vaya :-P) sobre la película, su mística y todo lo que la rodea, un tercero con las versiones estrenadas allá por 1982 y la de 1992, un cuarto con los ‘contenidos extra’… y un quinto con la mítica ‘workprint’ que apenas doscientas personas pudieron ver en el preestreno que tanto marcaría una de las ‘cult movies’ por excelencia de la historia del cine.
Por cierto, lo del retraso en la llegada del paquete tiene una explicación sencilla:
¡Para enviarlo desde más lejos lo tendrían que haber puesto en órbita antes!
Advertencia: los efectos secundarios de esta entrada pueden incluir, pero no se limitan a, una reducción notable de la frecuencia de posteo en el blog en los próximos días (e incluso semanas, que son muchas horas de vídeo…) y una pérdida de horas de sueño por parte del blogger.
Blade Runner 25
Sitges. Martes. Laborable. 11 de la mañana. Exterior del Hotel Melià, centro neurálgico de la cuadragésima edición del Festival Internacional de Cinema de Catalunya que, como cada año, rinde homenaje al cine fantástico, de terror y ciencia ficción. Pese a lo poco apropiado de la fecha y hora, algo más de mil personas hacen una ordenada cola. El motivo, ver una película que la mayoría ya ha visto. Muchos, más de una vez y más de dos. El que suscribe, una media docena de veces en salas de cine, y un puñado más en VHS y DVD. Blade Runner, una de las cumbres del cine de ciencia ficción —y discutiblemente, del cine, sin más— cumple un cuarto de siglo.
Para celebrar esos veinticinco años de una de las películas de culto de historia más rocambolesca —no es Apocalypse Now, pero la historia no desmerece— Ridley Scott y compañía se han animado a pulir algo más la película que se estrenara en 1982 con un más que notable fracaso de crítica y taquilla. No es demasiado sorprendente: de hecho, es nada más y nada menos la sexta versión que se hace del título, aunque sólo la cuarta que llega al público más o menos general. Después de unos primeros pases desastrosos de las primeras versiones, los productores obligaron a Scott a hacer cambios sensibles antes de lanzarla a las pantallas. Cambios no pudieron evitar el trompazo económico. Aún así, la película entró en el difícil club de las películas que no desaparecen de las carteleras y cuyas maltrechas copias cruzan el mundo de un extremo a otro, de reposición en reposición, de filmoteca en filmoteca. Ante la negativa de la cinta a morir, en 1992 se lanzaba el «Director’s Cut» con que Scott deshacía bastantes de los delitos cometidos contra el film (un increíble final feliz, una voz en off innecesaria que provocaba pesadillas a Scott y alguna escena que se había «perdido», básicamente). Las críticas, esta vez, con el beneficio de la perspectiva, resultaron ser básicamente alabanzas y las pocas salas en que se estrenó (era un lanzamiento pensado casi exclusivamente para su consumo en forma de cinta de vídeo) se llenaron.
Al director, sin embargo, le quedaban algunas espinitas clavadas. Y es que en bastantes sitios la cinta demostraba su edad: un tiroteo en que era obvio que la tiroteada era una doble, los evidentes cables que sustentaban los coches voladores… En estos tiempos de postproducción digital a un director que, además, se había curtido en publicidad y, por tanto, está acostumbrado a mimar con esmero el más mínimo detalle, estos defectos —invisibles al gran público— eran intolerables. Scott bregó durante años para que se reabriera la caja del dinero y acabar de pulir su gran obra maestra (que me perdonen los fans de Alien y Thelma & Louise, los que prefieran Gladiator, que se lo hagan mirar). Con ocasión del cuarto de siglo parece que alguien decidió que la operación podría ser rentable y el resultado se pudo ver hace un par de semanas en algunas salas estadounidenses y ahora en Sitges. Los que deseen verla deberán esperar a su lanzamiento en DVD, que en Estados Unidos será el 18 de diciembre. Y es que aunque la noche del miércoles al jueves hay un segundo pase en el festival, a las 00:45 horas, todo el papel está vendido (uno no puede dejar de preguntarse cómo se ha programado una película así en esas combinaciones de fechas y horarios, habida cuenta que el calendario del festival cuenta con dos fines de semana, uno de ellos de tres días). Parece, por tanto, que las más de dos mil entradas vendidas en esas condiciones apoyan la teoría económica (que es, al fin y al cabo, la imperante en Hollywood).
¿Qué aporta la nueva versión? Argumentalmente, nada de nada casi nada. El que haya visto el «Director’s Cut» ya conoce perfectamente la historia (una lista exhaustiva de los cambios). En el lado de la técnica, eso sí, la cosa ha ganado sensiblemente. El aspecto más importante, probablemente, sea el que menos gente notará: esta nueva versión suena, si se me permite la expresión, de cine. Sólo un director tan puñeteramente minucioso como Sir Ridley podría haber obtenido en 1982 un sonido que justifica plenamente la etiqueta 5.1 Dolby Digital. Las calles de Los Angeles se vuelven aún más realistas y la banda sonora de Vangelis es, increíblemente, más potente que en los anteriores montajes. En cuanto a la imagen, esta es la versión que, de hecho, todos los fans recordamos: es Joanna Cassidy, y no su doble, la que muere tiroteada y los coches voladores, los ‘spinners’, se mueven por el aire sin la ayuda de cables y grúas. Además, y gracias a la magia de las nuevas tecnologías (parece ser que ha costado una pasta traer a Sitges el proyector digital necesario para una película que no merece ese nombre, puesto que vive exclusivamente en forma de ceros y unos sobre un disco magnético) la calidad de la imagen es fantástica y apabullante.
Vamos, que ha valido la pena el día de vacaciones y la excursión hasta Sitges (más de ochocientas de las antiguas pesetas cuesta el viaje desde Barcelona). Si sumamos el día espléndido (la gente se estaba bañando en las playas y daba bastante envidia), lo poco transitadas que estaban las calles de uno de los enclaves con más encanto de por aquí (alguna ventaja tenía que tener la hora programada) y una comida más que agradable por un precio razonable, una jornada para recordar :-).
(Para el que quiera saber más, BLADE RUNNER Frequently Asked Questions y esta entrevista con Ridley Scott.)