Que no. Que las discográficas saben hacer más cosas. No hay nada como ver cómo el nivel del agua se acerca al cuello de uno para espabilar y aprender a nadar. Cuentan varias fuentes (BBC, Reuters) que hoy la BPI (la asociación fonográfica británica) publica números de la parte del negocio que no se limita a vender discos. Y la cosa tampoco pinta tan mal: de licenciar música para publicidad, cine y vídeo juegos han sacado este año 121.6 millones de libras (algo más de ciento cincuenta millones de euros), lo que representa un incremento del 13.8% sobre el año anterior. De hecho, este apartado ya representa un 11.4% de los ingresos de unas discográficas que cada vez menos hacen honor a ese nombre, cuando el 8.6% de las ventas de «discos» proviene de los formatos digitales. Para el que no quiera hacer la regla de tres, las ventas de la industria andan por los 1,400 millones de libras (1,770 millones de euros).
Las discográficas británicas siguen perdiendo dinero en cantidades más que notables, pero parece que su modelo de negocio se va adaptando al siglo XXI (ánimo chicos, que con un poco de suerte no os habrá costado más que una década). Con el incremento de contratos en los que se llevan una tajada de las entradas de los conciertos y los recortes en los gastos de un sector que no se caracteriza[ba] precisamente por evitar gastos innecesarios, igual acabamos teniendo industria para rato (del renacer del mercado del vinilo, donde los márgenes de beneficio son muy respetables hablaba hoy mismo El País). Espero que las de por aquí también sepan adaptarse. Aunque, si no, la música no moriría con ellas (de la misma forma que no nació con ellas, aunque a más de uno le gustaría pensar que es así).