Extraído-copiado-traducido-de-aquella-manera de un artículo de Robert Cringely:
Esto es lo que pasó el otro día. Tenía noticias sobre el Startup Tour, o sea que las compertí en Facebook y me puse a esperar la reacción de mis 809 amigos.
No pasó nada.
Bueno, no nada. Pero no gran cosa. No pude ver mi entrada inmediatamente, por ejemplo, porque en el tiempo que pasó entre escribirla y leerla había desaparecido de la pantalla, empujada por gente más bien inane diciendo cosas más bien inanes sobre otras cosas más bien inanes que no me importan. Es lo malo de tener 809 amigos.
Esto no pasaba cuando tenía 350 amigos Facebook. Entonces, cuando escribía algo importante para mí (yo sólo escribo cosas importantes en Facebook, y vosotros deberíais hacer lo mismo) contestaban docenas de personas. Pero ahora ya no, porque mi pantalla se actualiza tan deprisa y sus pantallas se actualizan tan deprisa que la posibilidad de una relación real (no seáis mal pensados) es nula. Ha desaparecido.
Facebook no me sirve de nada. Estamos demasiado conectados como para conectar realmente.
Muy de acuerdo. Y no sólo con Facebook (que yo no uso para demasiadas cosas importantes, a pesar de los consejos de Cringely, confieso), sino con Twitter, donde se supone que tengo unas conexiones de mayor sofisticación (en lo tecnológico, al menos), de las que espero una interacción de una cierta calidad…
La realidad, sin embargo, es más bien triste. Hace un par de meses, cuando tenía un puñado de seguidores menos (ahora voy por los 375, hace un mes tenía unos quince menos, y diría que ese es el ritmo de crecimiento que se mantiene desde hace una temporada), si ponía un enlace, bit.ly me daba unos veinte clics de mis contactos, unos cuantos más si la cosa resultaba interesante… Hoy, con unos cuantos contactos más, me considero afortunado cuando llego a diez clics. ¿Mi hipótesis? Mis contactos ‘reales’ siguen hoy a bastantes más usuarios, con lo que la probabilidad de que esos contactos lean mi tuit baja notablemente, ya que este es arrastrado por el ‘river of news’ que popularizó Winer y del que se hace eco Cringely, como lágrimas en la lluvia, que diría Roy Batty. Imagino que no les pasa lo mismo a los tuiters de primera línea, pero yo no lo soy y mis seguidores, muy comprensiblemente, no se esfuerzan en localizar mis tuits como si se tratase de pepitas de oro en un arroyo (aunque lo son, que no le quepa duda a nadie (y no, no voy a considerar la posibilidad de que se hayan aburrido de mí :-P)).
Me da a mí que si queremos seguir ahondando en esto de la economía de la atención necesitamos ir más allá del número de Dunbar y explorar nuestro grafo social, contando los amigos de mis amigos para determinar cuántos de ellos tienen realmente el tiempo de leer lo que escribo (y son, por tanto amigos de primera).
Lo dije y no me hiciste caso. Solución: lector de todo (email, RSS, collonades sociales) categorizado siempre por «contacto»; el interfaz principal es una lista de contactos muy ordenable, al lado de cada contacto el número de mensajes sin leer. Se puede configurar el tipo de notificación de cada contacto individualmente (i.e. un mensaje de X recibido por email o IM, me abre una ventana con el contenido, un mensaje Y de redes sociales sólo me muestra una notificación en la esquina, etc.).
A mi ocurre tres cuartos de lo mismo. Hay una cosa buena, bueno 2, la primera es que eso debería tender a ser parte del filtro que haga que solo la info interesante tenga clics, y segundo que eso afecta a todos por igual. El que no se consuela es por que no quiere :-P
Excelente nota. Coicido en muchos puntos. Un abrazo!
«…necesitamos ir más allá del número de Dunbar y explorar nuestro grafo social…..»
En eso estamos :-)