Durante el siglo XX, por primera vez, nos han dominado las formas no interactivas de entretenimiento: el cine, la radio, la música grabada y la televisión. Antes de que llegaran, todo el entretenimiento era interactivo: teatro, música, deportes ? los protagonistas y la audiencia estaban en ello juntos, y hasta un público respetuosamente silencioso ejerce una poderosa presencia que da forma al desarrollo de cualquier drama que presencie. No necesitábamos una palabra especial para la interactividad de la misma forma que no necesitamos (todavía) una palabra especial para las personas con una sola cabeza.
Supongo que la historia mostrará los medios masivos «normales» del siglo XX como la aberración en todo esto. ‘Por favor, señorita, ¿quiere decir que solo podían sentarse y mirar? ¿No podían hacer nada más? ¿No se sentía todo el mundo terriblemente aislado o alienado o ignorado?’
«Sí, pequeño, por eso se volvieron todos locos. Antes de la Restauración.»
«Disculpe, señorita, ¿me recuerda qué fue la Restauración?»
«El fin del siglo XX, pequeño. Cuando comenzamos a recuperar la interactividad.»
Amén. Es una traducción (libre, como siempre), de lo dicho por Douglas Adams… en 1999 en How to Stop Worrying and Learn to Love the Internet. Imposible ser más visionario. Y, de regalo, toda un arma que añadir al arsenal para cuando la SGAE (y demás fauna) dice que «las cosas siempre han sido así» (donde «las cosas» se refiere al status quo de los grandes medios y las industrias de la cultura masiva). No. En el siglo XX las cosas fueron así. Porque no vivíamos en una aldea global, sino en una inmensa sala de cine global: era relativamente fácil emitir información de una fuente a todo el planeta si uno disponía de un capital importante. La web nos ha devuelto a la aldea en la que es posible hablar con cualquier vecino (que nos interese hablar con todos los vecinos es otra cosa y tampoco nadie garantiza que el vecino con quien queremos hablar quiera oírnos, por no hablar de escucharnos, pero la capacidad tecnológica está ahí).
Nota 1. No conocer a Douglas Adams y llamarse a uno mismo ‘geek’ es digno de colleja virtual. De las fuertes. Pasará a la historia como el alma de La Guía del Autoestopista Galáctico, de lectura (y visionado y escuchado y jugado y…) absolutamente imprescindibles.
Nota 2. La cita la rescata Joshua Porter en Bokardo, después de usarla para abrir uno de los capítulos de su libro Designing for the Social Web.