Llevo un rato leyendo El momento crucial, una interesante pieza en El País sobre el futuro (o no) de los diarios escrita por John Carlin que, tal y como está la cosa, está bastante bien y gira entorno al ‘leitmotif’ de que jamás ha sido el momento ni tan propicio para el buen periodismo ni tan adverso para la industria de las noticias. Bastante recomendable, de verdad, con un equilibrio que cuesta encontrar últimamente.
Pero a pocos párrafos del final me encuentro con el siguiente fragmento:
No es ninguna casualidad que, como comentó Philip Bennett, las seis historias de The Washington Post que ganaron premios Pulitzer el año pasado estuvieron entre las más vistas en la historia de la edición web del diario. Trataban de Dick Cheney y de Irak, pero también de un violinista que se ganaba la vida en el metro de la capital estadounidense.
El énfasis es mío. Porque ese artículo resonó bastante por la red en su momento. Se trata de Pearls Before Breakfast, un curioso experimento en el que el afamado volinista Joshua Bell se bajó el Stradivari al metro y se pasó tres cuartos de hora para ingresar un gran total de treinta y dos dólares (habitualmente ingresa algún que otro cero más, por tocar esos tres cuartos de hora). Vamos, en ningún caso se trata de un violinista que se ganaba la vida en el metro
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Yendo más allá de la mera anécdota, se trata de un periodista de renombre, en un artículo sobre la calidad y el futuro del periodismo, de cinco mil palabras largas y, en la primera cosa sobre la que sé de lo que está hablando, mete la pata. En un hecho absolutamente anecdótico y que no afecta en nada a lo que dice la historia, bien es cierto. Pero también lo es que lo ha escrito aún siendo innecesario y que comprobar lo que decía era cuestión de unos tres minutos de trabajo. En una pieza que ha tenido que pasar por unas cuantas manos y sobre la que no pendía esa espada de Damocles (hay quien la llama excusa) de la urgencia de la hora de cierre. Si el principal argumento que esgrimimos en favor del futuro de los diarios es la calidad y la exhaustividad del trabajo que únicamente se puede llevar a cabo desde una gran redacción poblada de grandes profesionales que desempeñan su labor con todo rigor comprobando hasta el último detalle y lo hacemos así… no será internet quien mate a la prensa escrita, sino ella misma la que se suicide por pura desidia. No vayamos buscando cabezas de turco ni exigiendo cuotas y cánones si no damos ejemplo con cada palabra que escribimos, por favor.