La coherencia de la industria musical española

Ojo: corrección al final de la entrada :-S.

Captura de pantalla de la aplicación Spotify, versión Premium. Avisa que el disco El Ataque De Los Que Observaban no está disponible para reproducción en España
Vaya

Me molesta mucho que se descargue ilegalmente mi música la gente que puede hacerlo legalmente. Me molesta, pero no porque lo hagan sino porque no hemos sido capaces de hacerles entender que nuestro trabajo, igual que el de cualquier otro, sí cuesta dinero, y que hay un técnico de sonido detrás, y que hay unos estudios, que hay un fotógrafo, que hay un montón de cosas ahí, que hay un montón de tiempo y un montón de esfuerzo que, jolín, bien vale esos once euros que te digo.

Eso decía El Chojin (pronúnciese agudo y con la j a la fracesa o inglesa), en Siglo XXI, de Radio 3, en el programa del lunes que os incrusto aquí abajo (hacia el minuto 41).

(Fuente)

Sí. El mismo Chojin que está promocionando su último disco (que, por cierto, aunque el rap no sea lo mío, no está nada mal) que Spotify me dice que no me deja reproducir. Pero que, curiosamente, sí tiene en su catálogo. Porque sí está disponible… en Finlandia, Francia y Reino Unido. Y parafraseándole, a mí no me molesta no poder escuchar su disco legalmente en Spotify, sino que hemos sido incapaces de hacerle entender a la industria musical en general, y a la española en particular, que estamos en el siglo XXI por mucho que sus maneras de hacer sigan ancladas en el pasado, y que si no hacen uso pleno de las pocas maneras decentes de escuchar música legalmente en la red no me extraña lo más mínimo que sus fans se descarguen su disco, y que para amortizar todo ese tiempo y dinero que hay detrás de la producción de un disco, no le quede más remedio que darse un atracón de carretera y manta para hacerlo a base de entradas de conciertos (de las que se llevará una tajada bastante más grande El Chojin que de los once euros que vale cada disco que venda (o que dice que vale: ahora mismo en la web de la fnac está, con ‘precio oferta’ y un descuento del 11%, a 14,99 euros)). Pero que no sufra, que yo no me lo descargaré.

PS Y que conste que habrían entendido perfectamente que no le gustase, a él o a la discográfica, el modelo de negocio de Spotify y que no hubiesen subido el disco. Pero es que… está disponible en Finlandia, Francia y Reino Unido.

Corrección (17/3/2011) El disco ya está disponible en Spotify España (enlace) y, además, durante una semana, está disponible gratis en yes.fm (a cambio de registrarse, si no las hecho ya). no he dicho nada :-S.

Y a mí que no me parecen bien algunas webs de enlaces…

Tenía esta entrada en la cabeza desde hace tiempo. Tanto como el que ha pasado desde que suscribí el manifiesto en defensa de los derechos fundamentales en internet (y de esto hace ya cerca de mes y medio)… Finalmente, hoy me decido a hablar de lo que creo que debería ser castigable en la red. Vayamos por pasos…

En primer lugar, no tengo nada en contra del P2P, principalmente por dos motivos:

  1. Quien comparte algo, lo que sea, digital, en una red P2P, no lo hace para lucrarse (y, en la práctica, invierte en el esfuerzo un ancho de banda de subida que, en este país al menos, se paga a precio de oro). [De hecho, sí hay quien intenta sacar tajada: los que comparten archivos con contraseña e intentan obtener un rescate por esta… pero la ‘comunidad’ ya se encarga de ‘lincharles’ adecuadamente (o al menos lo hacen las comunidades por las que me muevo/he movido)]
  2. Si bien opino que las discográficas y distribuidoras de cine pierden ingresos a través del P2P,
    1. también estoy seguro de que nadie se cree sus cifras de pérdidas (al fin y al cabo, si Pixbox ofrece todo su catálogo por 6 euros al mes, difícilmente va a poder defender la industria que nadie que se descargue música le perjudique en más de esos 6 euros mensuales, a no ser que demanden de la misma forma a Pixbox, menos la tajada que se lleven)
    2. los que me preocupan son los creadores, no los intermediarios. Y a los creadores no parece que les vaya tan mal, últimamente
    3. a pesar de que a las industrias del disco y el DVD no les guste acordarse de ello, hay industrias que sufren más los efectos de la ‘piratería’: como mínimo la industria del videojuego y la subindustria de la triple equis. Y curiosamente a estos no se les oye escudarse en la pobre excusa del P2P para solicitar la ayuda de las arcas públicas ni de del ejecutivo, el legislativo ni el judicial: dedican sus esfuerzos, de manera bastante más inteligente, a buscar nuevos canales de distribución, nuevos modelos de negocio… y a perseguir a los piratas industriales.

Y ahí es donde me duele el tema de las webs de enlaces (que, como recordaba Miquel Peguera, no son delito, y seguirán sin serlo mientras no se cambie la legislación española sobre propiedad intelectual).

  1. Las webs de enlaces no son P2P: son una cosa centralizada, nada de entre iguales, tienen un responsable o responsables.
  2. En las webs de enlaces sí hay lucro (o, como mínimo, sí es fácil ver cómo puede haberlo).
  3. Ningún usuario de P2P le puede hacer suficiente daño a la industria como para que esta se inmute, pero la acción de una web de enlaces sí (o al menos eso cree aquí su humilde y poco informado servidor).

¿Todas las webs de enlaces son, por tanto, tan nocivas como para merecer el cierre administrativo? No, desde luego que no. Para comenzar, es esencial respetar los derechos que nos garantiza la Constitución y el resto de leyes en vigor. Y nada que implique el cierre de una web debería hacerse sin pasar por el sistema judicial. Naturalmente. A pesar de lo cerriles (tercera acepción del DRAE) que puedan resultar determinados legisladores. Y exaltarse porque alguien pueda intentar colar algo así en una ley presuntamente inofensiva me parece muy natural.

Ahora bien, no sé quién dijo que si había que elegir entre la incompetencia o la mala fe cuando algo parece hecho con muy mala baba uno debía inclinarse siempre por la primera opción, pero tenía muchísima razón. En este caso, no lo dudo, había una dosis más que notable de mala fe, puesta por el ‘lobby’ de las «industrias culturales» (si esas dos palabras juntas no son el mejor ejemplo posible de oxímoron, no sé cuáles pueden serlo (estoy seguro de que existen militares inteligentes)). Pero esa era la mala fe (y la ignorancia necesaria) de intentar acabar con el P2P, no la de atentar contra la libertad de expresión: que el redactado del celebérrimo «Anteproyecto de Ley de Economía sostenible» permita usarlo para atentar contra ese derecho fundamental es un accidente motivado por la incompetencia de (¿casi?) todos los implicados en el desaguisado. Sé perfectamente que es una cosa no demostrable (los culpables serán los primeros en defender su competencia, demostrando por el camino su falta de ella), pero como todo el mundo tiene derecho a una opinión, yo me reservo la mía ;-).

Y entonces… ¿cómo lo resolvemos? Confesando de nuevo mi desconocimiento casi total de la materia (que me temo que no es mucho mayor que el de muchos de los que han dado ya su opinión sobre el tema, especialmente aquellos que han hecho mucho ruido) a mí me atrae poderosamente el concepto de «safe harbor» que se incluye en el título segundo de la muy criticada (con razón) Digital Millennium Copyright Act, que protege a los prestadores de servicios de la legislación si se comprometen a comportarse como ‘puertos seguros’ y bloquean de manera diligente los contenidos que infringen la legislación sobre propiedad intelectual al ser notificados de tal infracción (con las esperables garantías para poder alegar). Introduciendo [bien] algo así en la legislación española, las webs de enlaces se dividirían rápidamente en las ‘especialistas en materiales más allá de la legislación de propiedad intelectual’ (que estarían jugando con fuego) y el resto del mundo (permitan que opine, de nuevo, que el resto del mundo se iba a demostrar muy escaso). Y a la industria le bastaría, para amargar la vida del webmaster de turno, con apostar a un francotirador (sirve un administrativo mileurista medianamente formado) sobre la tecla de F5 del navegador: nuestro hipotético webmaster no tiene un pelo de tonto y sabe bien cuándo el ‘torrent’ de turno es el último disco de Alejandro Sanz (y, por tanto, le conviene retirar el enlace a la voz de ya) y cuándo se trata de un material potencialmente más nocivo pero más allá del alcance de las leyes del copyright.

Una legislación así (esto es, ilegalizando cierto tipo de webs de enlaces y protegiendo los «puertos seguros») no iba a parar el P2P (he dicho ya que no tengo nada en contra de este, me parece recordar), ni [suponiendo una buena redacción y su posterior buena aplicación, que no es poco suponer] tampoco atentaría contra la libertad de expresión. Pero a los «piratas industriales» sí les iba a desinflar el negocio. Y eso, qué quieren que les diga, no me parece mal…

Disney KeyChest: ¿interoperabilidad y DRM?

Esperar algo bueno de la Walt Disney Company en cuanto a propiedad intelectual es algo que no esperaríamos la mayoría de los mortales (al fin y al cabo, es uno de los principales culpables de las incomprensibles extensiones del copyright cada vez que los primeros cortos de Mickey Mouse están a punto de ‘caer’ en el dominio público) pero parece ser que su iniciativa KeyChest va por el buen camino…

Uno de los principales problemas del DRM (si no el principal problema) es la absoluta falta de interoperabilidad: si compro un episodio de televisión en iTunes voy a tenerlo que ver en el ordenador o en un iPod o un iPhone. De la misma forma, si me bajo música de Pixbox, no voy a poder reproducirla jamás en un iPod. Obviamente, la solución es matar el DRM: un MP3 comprado en iTunes sonará en todos los ordenadores y reproductores en que lo cargue. Pero si bien en cuestiones musicales la industria ya ha cruzado ese Rubicón, también es cierto que, por un lado, los modelos de alquiler y similares (Spotify, Pixbox…) tienen un sentido y que, por el otro, en el audiovisual la industria (con Disney a la cabeza) no parece demasiado dispuesta a acabar con el DRM.

Una vez [tristemente] descartada la opción del fin del DRM, parece que la única otra alternativa es la de fomentar, tanto como sea posible, la interoperabilidad: tecnologías y acuerdos entre propietarios de derechos, distribuidoras y fabricantes de dispositivos para permitir que el esquema de DRM de un fabricante amplíe el espectro de dispositivos en que se pueden reproducir sus contenidos a los de la competencia. Y ese es el juego al que parece que quiere jugar Disney con KeyChest. En un momento en que, como sucedió en el mundo de la música, la caída de ingresos por el canal DVD/Blu-ray no se ve compensada por el aumento de los canales digitales, parece de cajón que la industria debe dar un paso adelante (o pasito, que el de verdad sería, insisto, la abolición del DRM).

Como siempre, a pesar del músculo de la Disney y sus propiedades mediáticas, un esquema así depende para su éxito de los ‘partners’ que se consiga invitar a la fiesta. Como era inevitable, KeyChest nace con un competidor, DECE, que tiene un ‘club de amigos’ bastante envidiable: Fox, Lionsgate, NBC Universal, Paramount y la Warner por lo que respecta a proveedores de contenidos y Motorola, Panasonic, Samsung, Sony y Toshiba en el campo de los fabricantes de dispositivos…

Habrá que seguir a la espera, pero parece que la industria parece, a cambio de no firmar el fin del DRM, dispuesta a aflojar un poco sus grilletes…

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Nuestro Top 40 del 2009

Parece que se acaba el año (yo sigo buscando desesperadamente mis meses de octubre y noviembre: si alguien los ha visto, que avise) y toca hacer las listas de costumbre de fin de año (también cerramos década, pero con eso no me voy a atrever).

De la mía, poco que decir:

La lista la encabezan The Go! Team, Mogwai, The Rolling Stones, Calexico y Ratatat
Pocas cosas '2009'...

Al fin y al cabo, la mantiene last.fm desde hace unos cuantos años… Pero este año voy a destacar la nuestra, la del medio millón de usuarios que tiene el servicio: Last.fm’s Best of 2009. Me quedo con ella porque creo que destaca muchos de los aspectos que hacen que me gusten tanto tanto last como la filosofía de la web 2.0: efecto red, filosofía abierta, ‘data inside’, personalización…

La página de Laroux en el Top 40 indica que comenzó a 'pegar' entre el invierno y la primavera pasados, que 'lo rompió' a principios de verano y que se mantiene desde entonces. También indica que yo no llegué muy tarde y comencé a escucharla relativamente pronto
Por una vez, no llegué muy tarde...

Y es que juntar la agregación de todos los datos con la de tus datos hace que todo ‘top 40’ se conviera en tu ‘top 40’. Y eso… mola (incluso cuando te recuerdan que sí, que has oído una de Kelly Clarkson en el último año).

Ahora mismo aún falta publicar la parte de la lista que va del 10 al 1 (imagino que lo harán esta tarde y me pillarán en un avión, esloquetiene…), pero no dejéis de visitar el Last.fm’s Best of 2009.

(Para los interesados en «listas de la década», la opción ‘generalista’ sería The Noughtie List: the 2000s in Review y la ‘musical’ Best of the Decade (2000-2009) Online Music Lists

«En cinco años esto desaparece. No habrá ni canciones ni música» (sic)

Así titula (sin el ‘sic’) El País su noticia sobre 200 personas manifestándose (sí, la noticia tiene algo más de dos palabras por manifestante, o aproximadamente una palabra por cada cuatro firmantes del manifiesto que han presentado…) para exigir medidas proteccionistas para la venta de discos (ellos afirman que la música)…

Las declaraciones que hablan de esta entrada son de Luis Eduardo Aute. Faltaría ver en qué se basa el señor Aute para hacer tales declaraciones. Informarse de cómo va el negocio de la música es complicado en todas partes, como pasa siempre que las cosas están en manos de los lobbies. Pero para que la música se acabe en cinco años, el panorama español debe ser muy diferente al británico… Y es que hace unas semanas uno de los blogs del Times, Times Labs Blog miraba los números del país de los Beatles y, curiosamente, no le acababa de salir un panorama tan desolador…

Gráfica de los ingresos derivados de la música en el Reino Unido de 2004 a 2008. Desglosados en el texto
¿Mal para la música o para las discográficas?

Veamos, desglosados, los cinco apartados de la gráfica:

  • En primer lugar tenemos los ingresos por ventas de discos que se han llevado las discográficas. Que, efectivamente, se han despeñado, casi un 27%, en el periodo, desde más de 1,000 millones de libras a menos de 800.
  • En segundo lugar tenemos los ingresos por directos que se llevan los artistas. Que, curiosamente, se han disparado, algo más del 70%: de 430 a 730 millones anuales.
  • En tercer lugar tenemos lo que recauda PRS (una SGAE británica) por reproducción en lugares públicos, que también ha subido, un 27%, de 420 a 535 millones anuales.
  • En cuarto lugar, lo que han perdido los artistas por ventas de discos: como las discográficas, casi el 27%. A diferencia de ellas, de un pastel «un poco» más pequeño: de 152 a 112 millones anuales (¿Cómo? ¿Que los artistas se llevan 7 veces menos que las discográficas por sus discos vendidos? Qué cosas…).
  • Finalmente, los ingresos de los promotores de conciertos por la música en directo, que han subido un 70%, de 48 a 81 millones de libras al año.

Sumando, los artistas en reino Unido han pasado de ingresar 583 millones de libras anuales en 2004 a 844 millones en 2008, para un incremento de casi el 45%. Distribuido, eso sí, a los que se van de bolo en bolo, más que a los que viven del fenómeno «greatest hits»…

Y, en global, la industria musical británica, a pesar del diabólico P2P, se mantiene poco más o menos constante, alrededor de los dos mil millones de libras anuales (faltaría incluir el «merchandising», claro, que algo me dice que tampoco ha bajado, pero no hace falta que seamos tan malos con los «pobres» señores de las discográficas):

Los datos anteriores, acumulados, indican que los ingresos por música en Reino Unido se mantienen aproximadamente constantes de 2004 a 2008
Pero... ¿no habíamos quedado que las cosas iban fatal?

Es probable que en España, dada la absoluta falta de transparencia que padecemos, nunca sepamos cómo les va realmente a los músicos. Pero, a falta de luz y taquígrafos, voy a sospechar que la cosa se mueve por derroteros como los británicos (aunque a escalas mucho más pequeñas, desde luego) y que la cacareada «ley de la música» es, más bien, una «ley de las discográficas» patrocinada por dos mil músicos que o no están muy bien informados o no están dispuestos a irse de bolo (si es porque están cansados de todo o porque ya no llenan, tampoco lo sabremos nunca).