Uno de los problemas que aquejan a las webs de ‘novatos’, casi universalmente, son las imágenes que pesan de más. Jugar con los ‘settings’ de compresión de JPGs en Photoshop o en Gimp no es especialmente complicado, pero sí exige de un poquito de paciencia (y, claro, hay que tener o Photoshop o Gimp a mano y, además, en el caso de Photoshop, eso implica o dejarse una pasta o llevar el parche en el ojo…). Pero ahora, con RIOT, queda poca excusa: es gratis, es sencillo, la descarga pesa poco, se habla con la mayoría de formatos de archivo (y no tiene ningún tipo de problema con el ‘portapapeles’ de Windows: ImpPant y Ctrl+V da una captura de la pantalla, Alt+ImprPant captura la ventana activa), guarda JPEGs, GIFs y PNGs… Cuenta, incluso, con una versión portable para llevarse siempre encima.
Tengo el francés un poco oxidado, pero diría que la traducción es merecedora de un aprobado, al menos:
El principio es doble, no lo olvidemos. El libro, en tanto que libro, pertenece al autor, pero en tanto que idea, pertenece —la palabra no es exagerada— al género humano. Todas las inteligencias tienen derecho a él. Si uno de los dos derechos, el derecho del escritor y el derecho de la mente humana, debiese ser sacrificado, sería, sin duda, el derecho del escritor, puesto que el interés público es nuestra preocupación única, y todos, afirmo, deben pasar antes que nosotros.
Son las palabras de Victor Hugo para abrir el Congreso Literario Internacional de 1878 (fuente, vía).
Y la cita no es baladí, por una vez: Victor Hugo era, allá por el siglo XIX, un auténtico best-seller, autor de Les Misérables y Notre-Dame de Paris y, en una época en la que pocos se preocupaban de los derechos de los autores, fue uno de los fundadores de la Association Littéraire et Artistique Internationale, que llevaría a la redacción y firma de la Convención de Berna para la Protección de Obras Artísticas y Literarias, de 1886, que otorgaba el copyright a las obras «por defecto» y extendía internacionalmente los derechos de autor.
Y digo yo que si el papá más célebre de la cosa anteponía el bien común al del autor, igual habría que hacerle caso, ¿no?
Las agencias publicitarias de hace 15 años no querían saber si sus anuncios se leían o no, nos dijeron. Esto era, simplemente, porque si un anunciante desscubría que pocos, si es que alguno, lectores leían su anuncio de la página 113, la compañía podría retirar el anuncio y ahorrarse el dinero, restando ingresos a la agencia en el proceso. Toda la capacidad de vender una ratio publicidad-contenido del 75% (necesaria para conseguir distribución impresa por correo en Estados Unidos — otro azote anómalo en la era digital) se basaba en esta ignorancia deliberada. Tanto las agencias como las publicaciones sabían que muchos —incluso la mayoría— dólares de publicidad se malgastaban, pero no les interesaba admitirlo, o sea que no lo hacían.
Contrástese esto con el pay-per-click, brutalmente honesto, donde cada anuncio con éxito es eficaz y los anunciantes tienen una muy buena idea del rendimiento de su dinero. Esto es precisamente por lo que las revistas, diarios y televisiones basadas en publicidad están perdiendo ingresos. Es una tendencia que probablemente continúe, y solo puede resultar en una degradación de los estándares de producción en el lado papel para ajustarse al reducido potencial de ingresos del negocio online, donde el engaño da paso a resultados medibles, aunque empobrecidos.
Vamos, que es la información (sobre el rendimiento de la publicidad, pero información al fin y al cabo) la que está matando a los diarios. Una hipótesis interesante, y muy fácil de creer.
Sale a la venta fuera de los Estados Unidos el Kindle. Y claro, en un ataque compulsivo, encargo uno
La biblioteca de mi universidad anuncia un programa de préstamo de tales cacharritos
Por partes…
¡Un Iliad!
Welcome to the future... (aunque lleva un par de años en el mercado)
Pues sí, me han dejado un iRex iLiad (no sé qué me pedirán para devolver el favor, pero a fe mía que es un gran favor)…
Aprovechando que últimamente estoy revisando la traducción de un material muy interesante (los que que tengáis buena vista tenéis un «sneak preview» no autorizado ahí mismo…) he invertido unas cuantas horas en jugar con el cacharrito (que sale por unos escalofriantes 550 euros pero que, con su pantalla de 8″ y su capacidad de anotaciones manuscritas, es una herramienta muy pero que muy interesante). Ya había tenido alguno en las manos y la impresión había sido muy buena. Pero después de esta primera experiencia estoy dispuesto a afirmar que la cosa, más que futuro, tiene casi-presente: bajen el precio hasta los 300 euros y comiencen la campaña de marketing, y verán como venden…
Como en el caso de la música, la digitalización no va a matar a los soportes físicos: solo a los ‘cutres’. Si ya hemos comprobado que es tan cierto que «MP3 killed the CD star» como que el vinilo, lejos de sufrir, vuelve por sus fueros, mi predicción de pitoniso es que lo que van a sufrir son los libros de bolsillo de mala factura y los grandes volúmenes de impresiones de las lásers de muchas oficinas. El libro electrónico, al menos hoy, no puede competir con un libro con una edición realmente cuidada ni con una buena revista. Pero ¿con el libro de bolsillo cutre o con el artículo de 20 páginas impreso en DIN A4? No hay color, créanme. Ninguno. Al tiempo.
Ahora mismo el gran problema del libro electrónico es obtener contenidos (volveremos sobre el tema un poco más adelante). Pero cuando uno tiene un .doc a mano, basta decirle a Word que quiere usar una página de 15×10 sin apenas márgenes, más una tipografía de 8 o 9 puntos (me falta experimentar un poco con el tema, pero esa receta funciona) y generar un PDF. Y ya hemos (i) salvado una rama de un árbol del Amazonas1 y (ii) evitado cargar con un tocho de 300 páginas DIN A4. Genial.
(Para los no familiarizados con el tema: los libros electrónicos se caracterizan por el uso de pantallas de «tinta electrónica». Si no has visto una, resulta difícil de captar lo agradables que son a la vista. Además, a cambio de ser extremadamente lentas (girar una página puede tardar un segundo, una verdadera eternidad) tienen un consumo de energía mínimo, por lo que podemos tener el cacharro encendido durante días. Si a esto le sumamos la capacidad de almacenar más texto del que seremos capaces de leer nunca, la cosa se vuelve muy atractiva.)
Finalmente, Kindle
¡Compro!
Ha sido la noticia con la que me he despertado. Finalmente Amazon lanza el Kindle 2 fuera de Estados Unidos (página oficial). Antes de que cunda la emoción:
No se trata del ‘hermano grande’ Kindle DX, con su enorme pantalla de 9.7″, sino del pequeñín Kindle 2, con pantalla de 6″ 800×600 (y que, además, abulta tanto como el Iliad, con su pantalla de 8″).
Aún hay que pedirlo a Estados Unidos. Con lo que a los 280 dólares del precio hay que sumar 20 más de gastos de envío y 50 más por lo que muy probablemente nos claven cuando pase por la aduana, con lo que nos ponemos en 350 (250 euros, al cambio de hoy, poco más o menos).
Si quiere usted contenidos que no sean en inglés en Amazon, «siga probando, hay miles de premios».
Las capacidades inalámbricas disponibles en Estados Unidos se ven bastante diluidas. El cacharro viene con acceso a la red móvil de telefonía que permite, en su país de nacimiento, acceder a la tienda de Amazon, husmear por el catálogo y leer las primeras páginas de cualquier libro de su catálogo electrónico por la patilla (si quiere usted seguir leyendo, pase por caja). Hasta aquí, siempre que lo permita la cobertura (en España parece que será 3G en buena parte del territorio y EDGE/GPRS en casi todas partes), la misma experiencia (y gratis) estará disponible en España2. Pero en Estados Unidos el cacharro también podía usarse como «lento-navegador-web-con-lector-RSS» gratis, y por aquí… no.
El soporte de formatos no es el ideal: nativamente soporta el formato Kindle (AZW), más TXT, Audible, MP3 y MOBIs y PRCs no protegidos; para usar PDFs, HTMLs y DOCs hay que pasar por un conversor.
(Seguramente me habré dejado algo más…) Y aún así, no eran las siete y media de la mañana cuando les he hecho el pedido (ah, sí, lo olvidaba: el lanzamiento efectivo no es hasta el día 19, o sea que me va a tocar esperar). ¿Por qué?
Porque, a pesar de que yo quería el DX (que anuncian para «algún momento del año que viene») uno es así de compulsivo, qué se le va a hacer… :-P
Un catálogo de 350,000 libros ‘a un click’ es muy goloso (alguien que conozco decía que habría que inventar las «librerías de guardia» y Amazon ha satisfecho sus deseos). Si los ‘grandes éxitos’ están a 10 dólares… Y una suscripción al New York Times «de papel» por 14 dólares al mes, o al New Yorker por 3 tampoco están mal (clasicón que es uno, sí).
Lo del inglés, afortunadamente, no es problema (nunca les agradeceré lo suficiente a mis padres la pasta que se dejaron en las clases del idioma de los Williams (Shakespeare y Gibson)).
Para navegar por la web en movilidad, ya tengo mis soluciones.
Lo de los formatos… como ya comentaba antes hablando del Iliad, los contenidos a consumir en una pantalla tan pequeña, si no queremos dejarnos la vista en ello, hay que formatearlos e «imprimirlos» especialmente. O sea que no me viene de aquí pasar por un filtro más…
Y, quizá con más peso, porque de vez en cuando hay que votar con la cartera: esto es el futuro y, si para confirmarlo hay que pasar por caja, estoy dispuesto a hacerlo (aunque, ciertamente, cuando pongan a la venta el DX por aquí me van a llegar los dientes al suelo y, de hecho, a mí lo que me gustaría es el hijo ilegítimo de un Kindle con un IREX Digital Reader).
Y, finalmente…
En mi biblioteca, también
Que con mucha frecuencia nos olvidamos de felicitar los no-tan-pequeños pasos que dan los que tenemos cerca. Y es que la biblioteca de la UOC anuncia hoy la prueba piloto de un servicio de consulta y de préstamo de dispositivos de lectura de libros electrónicos. ¡Felicidades! (También por acertar el día del anuncio, desde luego.)
Y ahora ya sí para acabar (me dejo para otro día los temas de propiedad intelectual, que ya me he enrollado más que suficiente) un enlace: la tienda de e-readers de Leer-e, por si alguien quiere ver cómo está la competencia de Amazon e iRex.
1 Naturalmente, dado que construir un cacharro de estos tiene un «coste en carbón» notable, va a haber que imprimir mucho papel antes de llegar a compensar. Pero a la larga, deberían salir los números. Volver
2 He leído por ahí que había quien se quejaba de que se cobraría por el acceso móvil. Sí-pero-no: solo si queremos sincronizar ‘over-the-air’ nuestro catálogo (cosa que podemos hacer sin cargo alguno vía USB), en cuyo caso nos cobrarán un dólar por mega (que es, ciertamente, carísimo). Por favor, leed las condiciones «españolas» con atención. Volver