Me acabo de dar cuenta de que si usas los incrustados de WordPress con un enlace a Amazon, automáticamente les inserta un tag=kp0a0-21 a la URL (o como mínimo me lo hace a mí), y que si la URL que le pegas ya tenía un tag propio, lo sustituye por este… El único uso que conozco yo para el tag en una URL de Amazon es su programa de afiliados, por el que se paga una pequeña comisión a quien promociona el producto que sea a través de un enlace, sin encarecer el producto para quien lo adquiere. Servidor tiene su propio tag (obm-21), que le genera unos «espectaculares» diez o quince euros al año, y acabo de comprobar que al pegar un enlace como https://www.amazon.es/Nada-Volumen-Independiente-Carmen-Laforet-ebook/dp/B009I2UCZ4?&linkCode=ll1&tag=obm-21&linkId=f1552e692fcbcb21b42ab29bfddf52f2&language=es_ES&ref_=as_li_ss_tl el incrustado se come mi tag y lo cambia por el ya mencionado kp0a0-21 😮. Diría que no es ninguno de los plug-ins que le tengo instalado a WordPress, y que no hay ninguna opción para cambiar el comportamiento.
Si el enlace le genera algún beneficio a WordPress.org, no le vería demasiado problema… si se informase bien del tema (y siempre queda la opción, naturalmente, de pasar del incrustado automático). En fin. Lo dejo aquí por si alguien es más capaz de obtener información al respecto que yo (o es alguna obviedad que se me haya pasado por alto, claro).
En esta casa, como ya es tradición, no hacemos el «wrapped» de Spotify, sino que abrimos el año pasando lista musical con last.fm, que además es más completo, ya que no solo registramos lo reproducido en Spotify (cada cual tiene sus compulsiones, yo las mías: hace tiempo que usábamos The Universal Scrobbler para «escroblear» a mano, y este año descubrimos y añadimos al arsenal Pano Scrobbler para Android, que además de tener una interfaz muy apañada para consultar la información de last.fm, tiene su propio clon de Shazam, pero con «escrobleo automático»).
Este año hemos escuchado algo más de música que el año pasado: 27 609 reproducciones (por las 25 049 del año pasado), lo que me pone en el 8% más alto de last (¡¿qué hay que hacer para subir más?!) de 16 182 pistas diferentes (por 14 930) de 3811 artistas diferentes (por 3693), y mi «top» ha quedado así:
Ha sido un año de directos (he visto al 2, al 3, al 4 y al 5 de la lista, y dice last que con Mishima fui el oyente número 17) pero de pocas novedades en el top: solo la rapera Little Simz y los postpunks Drahla, en el 6 y en el 16, se marcan grandes subidas hasta el top 25, y si sigo bajando por la lista (que tenéis aquí) las otras novedades serían NewDad, en el 34 con su indie pop shoegaze, la electrónica de Mount Kimbie en el 39, la innovadora Laurie Anderson en el 44 (voy apenas 40 años tarde, lo sé: más vale tarde que nunca, ¿no?), la electrofolkie portuguesa Ana Lua Caiano en el 46, los para mí difíciles de clasificar Khruangbin en el 49 (last les pone las etiquetas funk, psychedelic, psychedelic rock, rock y ambient, y yo no se lo voy a discutir, pero me vais a tener que reconocer con rock con ambient no es la combinación más habitual) y la productora de electrónica Octo Octa en el 50 (que yo etiquetaría de mi descubrimiento (tardío, de nuevo) del año). (En cualquier caso, dice last que el 39% de esos 3811 artistas eran nuevos, que no está mal, ¿no?)
(Por cierto: también fui el #22 del lil spirits de Two Shell. y el #2 de otra de mis obsesiones, el September de The Stick Figures.)
¿Qué tipo de música forma la lista? La nube de tags de Pano Scrobbler es más o menos así:
Y last.fm dice que soy nostalgic (bu), discerning (bien) y nomad (también bien, opino). Me pintan así:
Lo de la variancia de tags, me temo, es cierto:
Hay gente que presume de su diagrama de calor de GitHub. Yo, del de last:
Y más aún de mi mapa del mundo. Debería mejorar, pero no me ha quedado mal, ¿no?
Me sigue encantando, por cierto, cómo visualizan las horas a las que me pongo música, al más puro estilo Unknown Pleasures:
Y cierro sorprendido como el año pasado con lo contemporáneo que soy:
En fin. El año que viene, más (sobre el tema, que más música va a ser difícil.)
Cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. Por motivos que no vienen demasiado a cuento, me ha dado por buscar los programas que el mítico Metrópolis de RTVE le dedicaba anualmente al SIGGRAPH a finales de los ochenta (creo recordar) y primeros noventa (de eso estoy seguro). Lamentablemente, no he encontrado ninguno en la web del ente público y me he tenido que contentar con los VHS de los programas de 1992 y 1995 que alguien tuvo a bien subir a YouTube. (Si alguien tiene localizado alguno más, aquí abajo tiene el formulario de comentarios O:-).)
La cuestión es que la navegación de la página de Metrópolis no es exactamente una maravilla (navegar de 20 en 20, sin ningún tipo de paginación para avanzar más deprisa), y ya que me he pegado la «paliza» de navegar hasta el fondo de lo que hay en ella, he decidido guardarme alguno de los programas del siglo pasado (lo que duele escribir eso, oiga) que me gustaría encontrar un rato para ver estos días. Y, por si alguien le resultase útil, dejo la lista por aquí.
Música
10 años del punk. Primera, segunda y tercera partes. 7, 14 y 21 de diciembre de 1986.
A estas alturas ya habréis visto la noticia (en el Guardian o en el New York Times, por ejemplo): como resultado de un juicio antimonopolio en el que Google ha perdido (le quedan apelaciones, pero está perdiendo claramente), el departamento de Justicia de los Estados Unidos propone, como medida para romper el monopolio, que Google se deshaga de Chrome. ¿Es esto un problema para Google? Tiene la pinta de que bastante… pero eso es un problema para Google, y las prácticas de Google justifican que se le imponga un castigo severo. ¿Es un problema para los miles de millones de personas que usamos la web a diario (y un buen porrón más que usan tecnologías web sin saberlo)? Al menos potencialmente, sí. Lo explica, muy apañadamente, Stephanie Stimac en este vídeo de hace menos de tres meses (no son ni veinte minutos y vale bastante la pena):
Stephanie trabaja en Igalia, una cooperativa (¡gallega!) que hemos citado en algunaocasión por aquí, a la que hemos tenido en Despacho 42 y que, entre otras cosas, es la segunda contribuidora prácticamente cada año al código de Chromium por detrás de Google (luego Chrome y la multitud de otros navegadores que se basan en Chromium, como Edge, el navegador de Samsung o Vivaldi, entre muchos otros), al de Webkit por detrás de Apple (luego Safari, pero también muchas pantallitas que ves cada día, incluyendo las de la Playstation, las de muchos ascensores y hasta la de la Thermomix (en serio)) y al de Firefox por detrás de Mozilla… luego todos los navegadores web viables a día de hoy. Si usas algo digital con una pantalla, casi seguro que estás usando código suyo. Y conocen el ecosistema web, y sus debilidades, como nadie.
La cuestión es que, ahora mismo, a pesar de la existencia de Igalia (y una infinitud de desarrolladores individuales que contribuyen a esos proyectos de código abierto), Chromium y Chrome (y Samsung Internet, Vivaldi, o Edge) no se sostienen sin Google, porque más del 80% del desarrollo de Chromium y sus componentes lo hacen profesionales en la nómina de Google/Alphabet.
De la misma forma, Safari (y todos los dispositivos que usan Webkit para su interfaz (¡la Thermomix!)) no se sostiene sin Apple, y ya veremos qué hace Apple con Webkit y Safari si desaparece el caramelo de los 20 000 millones anuales que Google paga a Apple para ser su proveedor de búsqueda por defecto.
Y Firefox no se sostiene sin Mozilla y los 500 millones anuales que Google le paga, de nuevo, para ser el proveedor de búsqueda por defecto.
En cualquier caso, volvamos a la venta de Chrome. Una primera cosa sería establecer el valor justo de venta. Aquí, una potencial interpretación:
A pesar de la brutalidad de la valoración (ahora mismo hay menos de veinte compañías en todo el mundo que coticen en bolsa y valgan más de quinientos mil millones (aquí un listado)), si Google paga hoy esos veintiséis mil millones al año (que los paga) a Apple, Mozilla y otro puñado de empresas por establecer su buscador como buscador por defecto, es fácil asumir que Google valora los ingresos obtenidos de Chrome en bastante más de esos veintiséis mil millones anuales, y la valoración, por tanto, al menos según ese criterio, no es exagerada. ¿De qué, si no, iba Google a patearse esa cantidad de dinero en su navegador? Nadie ha confundido a Google con una ONG (o nadie debería hacerlo, como mínimo). (Y estimar que Google invierte entre quinientos y mil millones al año en Chrome no parece exagerado. En serio.)
Pero no parece probable que al departamento de Justicia y al juez les vaya a parecer bien que esa nueva compañía independiente viviese exclusivamente de los pagos de Google, ni que Google siga con sus tratos con Apple, Mozilla y el resto de compañías. Y, en ese caso, la valoración de la compañía pasa, me da a mí, de esos lujuriosos quinientos mil millones que es prácticamente imposible que nadie pueda pagar a, potencialmente, menos de lo necesario para sostener Chrome. Y Firefox deja de ser sostenible a la velocidad de la luz sin los millones de Google. Y Apple puede permitirse la pasta que se deja cada año en Webkit y Safari perfectamente, pero… ¿para qué? Apple tampoco es famosa por comportarse como una ONG, precisamente (y, aunque no me guste, así es como funcionan las cosas ahora mismo). Y si, de la noche a la mañana, buena parte de los y las currantes que se dedican profesionalmente a desarrollar y mantener los navegadores que usamos (que tienen millones de líneas de código en las que seguro que hay vulnerabilidades y bugs que alguien va a descubrir algún día, y cuyo mantenimiento, por ende, es esencial), entonces… ¿qué?
Que sí, que suena apocalíptico y no tiene por qué pasar así, como ya dice Stephanie Stimac en el vídeo, pero estas cosas es mejor considerarlas antes que después.
Pues nada, un mes más, un número más de la revista Byte de hace cuarenta años.
¿Perdón? ¿Parece ese Data General/One de la portada… un portátil moderno pero en 1984? Saltemos al mega anuncio a cuatro páginas que nos encontramos un poco más adelante en la revista y…
…el DATA GENERAL/One, con su compatibilidad con el PC de IBM y sus «menos de once libras» (cinco kilos casi clavados), sus dos disqueteras (¡de 3½!) y su pantalla ¡LCD! de 80×25 (640×200 monocromísimos píxels, cuando lo habitual era no pasar de 480×128 (nótese que Byte, en su portada, manipula la imagen para mostrar una pantalla con un color y una resolución que no llegarían en décadas (y lo hacen sin usar Photoshop, que no comenzaría a desarrollarse hasta 1987 y no llegaría al mercado hasta 1990: la manipulación de imágenes es muy anterior))) es lo más parecido a un portátil «de los de ahora» que habíamos visto hasta el momento 🤯. Dice la wikipedia que la pantalla, a pesar de lo espectacular para la época, no era una maravilla, con escaso contraste y más escaso aún ángulo de visibilidad. Otra de las cosas que limitaron su éxito fueron las disqueteras de 3½ y 720 kilobytes, poco habituales en la época, que por muy superiores que fueran (que lo eran) a las de 5¼ (y sus 360 kilobytes), lastraron el ordenador por la poca disponibilidad de software en el formato… No hay nada como ser compatible. (También dice la wikipedia que venía con una bolsa Pierre Cardin, por cierto.)
Avanzando unas pocas páginas llegábamos a una «descripción de producto» (que no review, que prometen para unos números más tarde)…
IMAGINE UNA COMPUTADORA PORTÁTIL que pesa solo 10 libras, pero tiene una pantalla de tamaño completo, un teclado estándar y dos unidades de disco. Imagine que puede funcionar hasta ocho horas con baterías incorporadas o usar una toma de corriente de pared común. Ahora imagine que es compatible con el software de la computadora personal IBM PC y puede tener hasta 512K bytes de RAM interna. Imagine dos puertos serie, un módem incorporado opcional y un bus de expansión que le permitirá conectar el sistema a un monitor en su oficina o agregar hardware de terceros.
Y sigue la cosa con la referencia a un artículo del mismo año sobre los portátiles del futuro que imaginaba una máquina así para dos o tres años más tarde. Una lástima que se adelantasen un poco demasiado al futuro y se estrellasen comercialmente con el cacharrito. No eran los primeros en hacerlo, ni fueron los últimos.
Más cosas… ¿sabíais de la existencia de Agat, el ocho bits soviético clónico del Apple II? Yo no. Segundo 🤯 de este post para él. «Maravillosa» la ilustración del artículo, inevitable en tiempos de guerra fría.
Por cierto, el artículo de la wikipedia hace referencia al artículo de Byte. Que no se diga que no hacemos uso de fuentes primarias.
El resto de la revista, inevitablemente, no puede sostener el nivel visual del One y del Agat. Pero no deja de tener su interés el segundo tema de portada: los nuevos chips. Destaco tres piezas:
Después de la introducción a los semiconductores, el 68020 de Motorola, el procesador de «mi» Amiga 1200, lanzado en… ¡1992! El 1200 usaba una versión barata del 020. Pero, en cualquier caso, ¿os imagináis lanzar hoy en día un ordenador basado en una CPU de ocho años de edad?
Y después del 68020… chips RISC. Esto es, los inicios de la arquitectura en la que se basan los actuales procesadores Arm de tu móvil.
Y cerramos con un par de anuncios. Uno será siempre de calculadoras HP (larga vida a la HP 48), pero hay que reconocer que las Texas Instruments siempre estarán ahí, y que, si no te atreves con la notación polaca inversa, molan lo suyo:
Y cerramos, ahora ya sí, con CEOs que hacen sus pinitos como modelos publicitarios. No tengo palabras.
El mes que viene, más. O no. Y como siempre, si os queréis ir a la fuente, aquí la tenéis.