Una de libros electrónicos y precios…

Interrumpo mi silencio bloguero (anda uno corto de ideas estos días) para recuperar algunas cosas que han salido de un tuit de ayer por la noche… Este tuit:

Los libros motivo del tuit salen directamente de la lista de recomendaciones que me hace Amazon.es en función de lo que ya he comprado (me da que soy un bicho raro: yo compro libros digitales):

El catálogo de Amazon me recomienda el libro "Las ventajas del deseo: Cómo sacar partido de la irracionalidad en nuestras relaciones personales y laborales", de Dan Ariely, por €13,29 en castellano y por €4,48 en inglés
Adivinad cuál de los dos va a caer…

Al cabo de un rato me retuiteaba @antonello y sus once mil followers (y lo goloso del tema, quiero pensar) han hecho que el tuit ande por encima de los 500 600 retuits (mis tuits normalmente acumulan entre uno y cero retuits…) y un buen puñado de menciones y respuestas. Algunos de ellos son lo suficientemente interesantes como para dejarlos aquí y que no se los lleve Twitter el viento…

La editorial española (Ariel) está usando el mismo canal de distribución que la anglosajona… Es probable que el régimen fiscal que afecte a Ariel sea muy diferente que el de la editorial anglosajona, pero estamos hablando de un ‘premium’ del 196%… (y sí, hay que tener otros criterios en cuenta, desde luego, como que la tirada en castellano será mucho más limitada que la inglesa o que el libro es algo más novedad en castellano que en inglés, pero, aún así… ¿un 196% más caro?).

No es el caso de Dan Ariely, cuya nómina en Duke, por un lado, no debe ser nada despreciable y que, por otro, después del exitazo de su anterior libro, se debe haber llevado un adelanto por este de seis cifras… Aún así, sí, es interesante pensar cómo se reparten el pastel editoriales y autores (y el resto de implicados en el proceso), pero es un análisis para el que carecemos de datos (y, además, me parece lícito que Ariel ‘subvencione’ con un ‘best seller’ casi garantizado un buen montón de libros con los que seguramente pierden dinero, que una editorial seria no es exactamente el mejor de los negocios). Aún así… ¿un 196% más caro?

Otra de las que duelen: el curro del traductor (en este caso, traductora: Elisenda Julibert González, y hay que apuntar un tanto a favor de la editorial Ariel por hacerla constar en los títulos) tampoco es lo que encarece el libro hasta estos extremos (aún suponiendo y deseando que la compensación de Julibert González haya sido la adecuada).

Primero, reconocer que iniciativas como las de B de Books nos hacen ver que la industria editorial española se da cuenta de que hay que experimentar y buscar dónde están los precios que hacen que el libro sea un negocio. Apunta Marta en otro tuit que, aún así, también se descargan sin pagar copias de su libro. Desafortunadamente, sí, siempre va a haber quien se descargue el libro sin pagar un duro por él, independientemente del precio. No se trata de acabar del todo con ello (más que nada, porque es imposible), sino de llevar a la inmensa mayoría a un modelo en que autores y editores se lleven su justa compensación. Y B de Books, insisto, es un paso enorme en esa dirección que merece el aplauso de todos.

No hay mal que por bien no venga :-).

Para nada simple. En absoluto. Si no, nos habríamos metido todos en el negocio editorial. Y no es el caso. Nacho también apunta que hay que pagar al traductor. Pero, insisto, el coste de traducción no es el núcleo del problema y la adquisición de los derechos de la obra, en primer lugar, tiene en cuenta la tirada esperada del libro (si no, Ariel se habría hundido hace ya mucho tiempo) y, en segundo, es muy inferior a lo que habrá cobrado en este caso el autor por los derechos de explotación en lengua inglesa.

En fin. Esta entrada no tendrá el enorme eco del tuit, pero aún así me parecía interesante dejarla aquí guardada con algunos de los apuntes surgidos que me han parecido más interesantes. Antes de cerrar querría provechar para dejar claro que Ariel, en particular, es una de esas editoriales que vienen trabajando desde hace mucho en difundir conocimiento y que su tarea me parece encomiable: que no comparta su política de precios no quiere decir que no me parezca una buenísima editorial.

Steve Albini, sobre la «piratería»

Steve Albini es uno de los personajes míticos e indescriptibles del mundo de la música. Entre sus créditos se encuentra haber trabajado como ingeniero en discos de los Pixies, las Breeders, Boss Hog, Urge Overkill, Jon Spencer Blues Explosion, Fugazi, Nirvana, Mogwai, Godspeed You! Black Emperor o Jarvis Cocker (entre muchos otros). Es todo un espectáculo verlo con su banda actual, Shellac, y hace unos días hizo un «ask me anything» (una especie de «entrevista crowdsourced») en Reddit en la que, entre otras muchas cosas, le preguntaban, cómo no, por la piratería. Su opinión me interesa especialmente porque se trata de un tipo que se gana la vida principalmente haciendo discos:

Rechazo el término «piratería». Es gente que escucha música y la comparte con otras personas, y es bueno para los músicos, ya que amplía la audiencia para la música. A la industria discográfica no le gusta el intercambio de música , porque lo ven como una pérdida de ventas, pero eso es una tontería. Las ventas han disminuido porque los discos físicos ya no son el medio de distribución para la música pop que atrae a las masas, y esperar que las personas traten archivos informáticos como objetos físicos a inventariar y comprar de forma individual es absurdo.

La tendencia a la baja en las ventas ha afectado el negocio de la grabación, obviamente, pero no para nosotros particularmente, porque nunca buscamos nuestra clientela en la industria discográfica convencional. Las bandas siempre van a querer grabarse y siempre habrá un mercado de discos bien hechos entre los amantes serios de la música. Señalaré el éxito de la etiqueta de Chicago Numero Group como ejemplo.

Nunca más volverá a haber una industria de la grabación para mercados masivos, y a mí me está bien, porque esa industria no trabaja para el beneficio de los músicos o el público, las únicas clases de gente que me importan.

La distribución gratuita de la música ha creado un enorme crecimiento en la audiencia para la música en vivo, que es donde la mayoría de las bandas pasan la mayor parte de su tiempo y energía, de todos modos. Los precios de las entradas han aumentado hasta el punto de que incluso bandas itinerantes a nivel de club pueden llegar a ingresos de clase media, si no pierden la cabeza, y toda banda tiene ahora acceso a una audiencia en todo el mundo sin coste de adquisición. Y eso es fantástico.

Además, los lugares mal atendidos por el negocio de la música de la vieja escuela (las ciudades pequeñas o aisladas, el tercer mundo y los países de habla no inglesa) ahora tienen acceso a todo en vez de a una pequeña muestra controlada por la retrógrada industria local. Cuando mi banda recorrió Europa del Este hace un par de años llenamos a pesar de no haber vendido, literalmente, ningún disco en la mayoría de esos países. Gracias internets.

Por cierto, que hace unos días Isma me pasaba otra referencia muy interesante y con un punto de vista muchísimo más negativo (pero bien informado), sobre el tema, Meet The New Boss, Worse Than The Old Boss?, que también debe leerse con atención como parte del debate sobre el tema (David Lowery, su autor, tiene un currículo nada despreciable, después de haber fundado Camper Van Beethoven y Cracker y haberse interesado por la industria desde bastantes puntos).

El Financial Times, intentando saltarse el ‘peaje iTunes’

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=jhbljqKisig[/youtube]

Interesante movimiento del Financial Times (aunque poco sorprendente: tenía que llegar el momento en que alguien lo intentase). Cuentan en TechCrunch que acaban de lanzar «aplicación» con modelo de suscripción de contenidos, pero que la app, efectivamente, va entre comillas.

Ya hace meses que Apple anunció su modelo para ofrecer aplicaciones con contenidos de pago en iTunes: una comisión del 30% (que no es tan exagerada: los quiosqueros también se quedan con su pedazo de la tarta, no lo olvidemos, a cambio de ser el servicio de distribución y relación con el cliente) y el control absoluto de la relación con el cliente (el productor de contenidos no tiene acceso a ninguna información sobre el suscriptor).

Mientras tanto, los navegadores de iOS, Android y el resto de sistemas operativos para dispositivos móviles se han ido volviendo cada vez más potentes en el soporte de las características que uno querría usar en una ‘app’ móvil: un paseo por caniuse.com basta para comprobar que los WebKits de Android y iOS soportan, por ejemplo, Web Storage, bases de datos Sqlite (aunque todavía no IndexedDB), datasets y hasta @font-face (parcialmente en Android, pero todo llegará). Podemos suponer, además, que los contenidos de las aplicaciones nativas estarán en algo muy parecido a HTML y CSS, si quien sea tiene alguna esperanza de servirlo a múltiples plataformas…

Si sumamos las características que no gustan en los medios del modelo iTunes con las que sí les gustan de HTML5 en el navegador móvil, la conclusión era sencilla: desde ya el Financial Times ofrece un app.ft.com. Al visitar esa página desde el navegador nativo de iOS la ‘landing page‘ guía al usuario para añadir la ‘app’ a la pantalla inicial del dispositivo e intenta hacerse un lugar de pleno derecho en ese espacio, utilizando la web para ofrecer contenidos de pago y gratuitos al lector, sin [tanta] intermediación de los de la manzana.

Nadie puede prever si la cosa tendrá éxito: ahorrarse el 30% de la comisión no es despreciable, pero también es muy cierto que, a cambio, en el FT desprecian la ‘labor del quiosquero’ y por tanto dejan de contar con la ayuda del que probablemente sea, a día de hoy, el mejor escaparate del mundo. A lo mejor dentro de un año navegamos por un mar de subdomios app.loquesea.com, a lo mejor el FT lanza una app nativa para iOS dentro de tres meses.

En cualquier caso, habrá que estar atentos…

¿Opina Adobe que las revistas digitales se maquetarán en InDesign?

No me gustaría a mí ser el encargado de tomar las decisiones en Adobe por lo que respecta a plataformas de edición y publicación de revistas digitales. Estoy convencido de que, como mínimo, los ‘product managers‘ de Acrobat, InDesign, Dreamweaver y Fireworks reclaman el espacio como propio, y no hay suficiente balón como para repartir juego entre cuatro galácticos de semejante magnitud. Y si sólo con eso el problema ya sería mayúsculo, por poco seso que tenga, quien sea tendrá, además, que preocuparse por si hay en realidad suficiente mercado o se trata todo de un enorme ‘hype‘ y acabaremos publicando PDFs ‘de los de toda la vida’, sin interactividad ni inventos extraños de paginación/navegación (llámenme carca, pero yo sigo pensando que, con todas sus limitaciones, ese es el modelo más viable, como mínimo a corto y medio plazo).

En cualquier caso, la cuenta de resultados actual no se nutre de reflexión y algo hay que vender a Condé Nast y el resto de grandes editores. Y, como mínimo a ese mercado, Adobe hace tiempo que le está vendiendo la moto de que el ‘product manager’ que manda es el de InDesign (algo me dice que ayuda el hecho de que en las grandes revistas esa es la herramienta que quieren ver, porque esa es la herramienta que están usando y no hay fuerza más poderosa que la inercia). Las versiones iPad de las revistas de Condé Nast se han desarrollado, hasta ahora, en colaboración directa con el fabricante de software, intentando obtener una solución que Adobe pueda vender y que permita al grupo editorial mantener su posición y ser el primero en plantar una pica en este Flandes digital que se adivina tan potencialmente lucrativo.

En esa línea, el canal RSS de los ‘laboratorios’ de Adobe comunicaba ayer a última hora que la fase de ‘preview pública’ de la Adobe Digital Publishing Suite se cerraba… y dicha ‘suite’ pasa a ser un producto oficial y de pleno derecho del catálogo. Con página oficial y todo, naturalmente, en la que encontraréis la [poca] información adicional que dan. No es la ADPS un producto para el consumidor. Ni, presumiblemente, para el ‘prosumer’: el producto se ofrece en versiones ‘Professional’ y ‘Enterprise’ y para obtener un precio hay que hablar con un representante de la casa. Dudo mucho que se lo pueda permitir alguien que no esté ganando ya dinero en el sector editorial.

Volviendo al título de la entrada, lo único que podemos sacar en claro de todo esto es que, de momento, en Adobe gana el señor InDesign, puesto que la parte software de ADPS es una especie de plug-in (Folio Producer) que funciona sobre dicha herramienta. La parte potente de ADPS, en cualquier caso, es la de los servicios que ofrece Adobe a los editores: en primer lugar un ‘producer’ que tomará esos ‘folios’ creados con InDesign más el plugin y los preparará para los múltiples formatos de salida previsibles/previstos, después un servicio de distribución hacia las diferentes plataformas, a continuación servicios de comercio electrónico y analítica para poder monetizar y, finalmente, para los editores más potentes, un ‘viewer builder service’ para (o al menos eso es lo que leo yo) acabar de personalizar la experiencia de usuario del lector a la medida de lo que desee la publicación.

Mi [modesta y poco informada] opinión al respecto es que la vía InDesign no es el futuro en un universo de múltiples resoluciones y tasas de aspecto: quien produce está acostumbrado a un mundo de absolutos (el del papel) y hay un gran valor en ser continuista con las herramientas, pero la cosa que quieren producir se parece, más que a ninguna otra, a una web muy sofisticada y no puedo evitar pensar que ese campo lo acabarán ocupando los diseñadores web que, haberlos haylos, ya han aprendido a lidiar con un mundo en que todo es relativo, a aceptar las limitaciones del medio y a aprovechar las potencialidades de la interactividad. Y que en Adobe la ‘facción Dreamweaver’ sigue trabajando con ello en mente (véase, en los mismos Labs de Adobe, el prototipo de CSS Regions presentado también recientemente). Pero eso sólo es mi opinión… y sólo el tiempo decidirá quién acierta y con qué herramientas acabaremos jugando.

Zediva. ¿Streaming de películas? Sí pero no…

Captura de pantalla del reproductor de vídeo de Zediva.com
The American

Me entero a través de Wired de la existencia de zediva.com, un servicio de alquiler de DVDs en línea que va a dar que hablar al menos de un día. Nótese que digo «alquiler de DVDs» y no «streaming de películas». Y es que hay una diferencia notable. Zediva no ha negociado los derechos de streaming de las poco más de cien películas que tienen en catálogo y que te alquilan por dos dólares (euro y medio, al cambio) durante dos semanas. Lo que ha hecho Zediva es adquirir muchos reproductores de DVD, una cantidad seguramente ingente de copias de cada uno de los títulos que ofrecen y contratar mucho, muchísimo ancho de banda, para montar un videoclub muy particular

Zediva explota la doctrina de primera venta, una limitación al copyright recogida en la legislación estadounidense desde 1908 que permite que el comprador de una obra la venda o alquile sin ningún tipo de cortapisa (parece que en Europa lo que tenemos es droit de suite, en que el artista, o el propietario de los derechos, tiene derecho a controlar transacciones posteriores). Como parece que, al menos de momento, el placeshifting no es ilegal en Estados Unidos (ahí están el SlingBox o el LocationFree de Sony, al menos), en Zediva han unido ambas cosas para montar un videoclub muy especial, en el que los DVDs no salen nunca del local, pero los clientes los ven desde cualquier lugar del mundo.

Y al decir «cualquier lugar del mundo» me refiero a que, ahora mismo, sin necesidad de ocultar el sitio del mundo en que estemos, el sistema es accesible desde España (y sí, yo también dudo bastante que esa parte del trato vaya a durar mucho). Tras el pago de un par de dólares vía Paypal para probar, seleccionamos una peli de la estantería (la de la captura de pantalla, The American) y lo metemos en el reproductor. Literalmente. Es curioso ver cómo el reproductor se salta (en la medida de lo posible) las advertencias del FBI (tan molestas e intrusivas como las de los DVDs españoles) y los trailers que suelen inundar los DVDs. Una vez saltados, tenemos la interfaz que podéis ver en la captura, para movernos por la película e, incluso, cambiar de idioma y activar subtítulos (las pelis, naturalmente, están en su inglés original pero, al menos en el caso de The American, cuenta con una pista en español (que no castellano, ojo) y subtítulos en inglés, como mínimo). El streaming, en los tres minutos escasos de experimento que llevo, no ha sido perfecto y se ha encallado una vez, pero para ser el alquiler de una peli moderadamente reciente, durante dos semanas, por un euro y medio, de momento no me voy a quejar mucho. Máxime cuando se puede comprar un abono de diez pelis por diez dólares que deja la película en unos muy aceptables 75 céntimos de euro, ahora mismo.

La parte divertida / pintoresca es cuando ‘devolvemos la película’ y, al cabo de un tiempo, la ‘volvemos a coger’. Podremos ver cómo el reproductor va saltando capítulo a capítulo por el DVD hasta llegar al punto en que estábamos…

No sé yo cuánto durará la cosa (al menos la parte en que podemos acceder al servicio desde fuera de las fronteras de Estados Unidos), pero de momento el videoclub de barrio (ese que tiene una colección limitada de éxitos garantizados) más eficiente del mundo está abierto para que lo probéis.

PS 20110806 Han durado casi cinco meses: Judge orders shutdown of DVD-streaming service Zediva.